domingo, 7 de febrero de 2010

Los barrabravas intelectuales

Desde algunas décadas a esta fecha el lenguaje de los simpatizantes de fútbol se ha ido pauperizando a tal punto, que un puñado de alevosas manifestaciones verbales, son suficiente para abrigarse en ese rotulo de “barrabravas”.
Pero hubo un tiempo pasado en el cual ser “barrabrava” de cualquier equipo de fútbol, demandaba un leudante conocimiento del lenguaje y se debía pasar por ciertos lugares para acceder a él, uno de ellos era la educación. Había que ser Ingeniero en insulto, para gritarle al arbitro, licenciado en metáforas, para chillarle a un rival, algún Doctorado en pasión para saber gritar cuando el equipo perdía.

Estos tiempo tuvieron sus orígenes en la década del 70. en diferentes bares de la boca, en el barrio de San Telmo, tenían lugar, largas tertulias para estar acorde a lo que sucedía dentro del campo de juego.

La primer congregación de intelectuales de barrabravas tuvo lugar en el bar de la boca: “Fulbense”.
Allí representantes de los más importantes equipos de la primera división, discutieron por varios días sellando las bases para intelectualizar los insultos e inversamente a lo que sucede hoy en día, era el humor y la elegancia de la puteada lo que lograba que una hinchada cobre popularidad.
Se cuenta por los angostos pasillos que las hinchadas más numerosas que hoy conocemos estaban más ligada a la admiración que los barrabravas despertaban desde la tribuna, que al equipo desde la cancha.

Así fue como en la década del 70 el glorioso River Plate comenzó a generar adeptos que seguían los pasos del gran Osvaldo Partussi, un plomero del barrio de la paternal, quién fuera uno de los pioneros en esta nueva corriente.

- No podemos seguir puteando de arriba abajo a nuestros muchachos y tampoco a los rivales, tenemos que encontrar la palabra justa para no vulgarizar este hermoso deporte”. Así fue como se abrió esta congregación a la cual todos los presentes respondieron:
- Y eso cómo sería.
- Lo primero que vamos hacer es comprar un diccionario para cada uno, en el partido clásico entre platense y Argentinos Juniors había una bandera que decía: “bamos el calamar”, lo primero es poner atención a la ortografía de las banderas.
- Sobre todo en la ortografía. Deslizó a modo de chiste el caudillo de la Academia Racing Club.

Después de este comentario, fue suspendidos por la autoridades del gremio, a la imposibilidad de comprar el gráfico cada vez que su equipo salga en la portada por el resto de la temporada.


- No más: puto, cagón, pecho frío…. Desde ahora cada vez que un jugador esté por debajo de su rendimiento cantaremos “ Qué pasó qué pasó que el invierno te llegó”.

Así comenzó a gestarse esta corriente de los nuevos simpatizantes de fútbol. Abordaron a dictarse talleres de historia, literatura y poesía con el fin de perfeccionar las sensaciones tanto alegres como afligidas.
“Sos más triste Baudelaire”, decían cuando un jugador erraba un gol bajo del arco, y “Mira a los costados Don Juan”, cuando alguno se engolosinaba con el esférico y no lo pasaba a sus compañeros.

Se dejó de robar melodías populares para cantar y se formó un conservatorio de música donde los seguidores debían acudir para formar parte de los cánticos, debían aprobar la cátedra de “canciones de fútbol” para ser músico oficial de cualquier club.
Esto entusiasmó atrozmente a las hinchadas, que rápidamente comenzaron a incluir violines, pianos de cola, contrabajos, bandoneones, bombardinos.
El problema estaba en los pianistas y contrabajistas para acceder a los estadios, especialmente cuando iban de visitante. Germán Viola quién era el pianista de los triperos plantense siempre llegaba cuando el partido finalizaba.

Las hinchadas velozmente dejaron de costarse de forma clandestina y desde la producción de su propia música bajo el sello discográfico “Cánticos de potrero”, llegaron a ser disco de oro en cuestión de semanas.
Esto fue sin dudas una gran influencia para las hinchadas europeas que apenas emitían algún sonido cuando su equipo marcaba un gol.

El mercado de pases también tuvo cambios radicales, ya los europeos dejaron de interesarse en nuestros futbolistas y ahora querían llevarse a los barrabravas , entendiendo que esta atracción llevaría más gente a las canchas.
El Milán de la rica Italia, contrató a la dupla compositora del Club Sarmiento despilfarrando así, las finanzas del club que rápidamente perdieron varias categorías.
Ante estos hechos la dupla inspiró el himno del club, una canción protegida por un ritmo de jazz que el propio Django" Reinhardt hubiese querido componer, la canción decía así: “ Jugadores jugadores no importa las categorías que pierdan…. Jugadores jugadores los alentaremos hasta que desaparezcan”.
Y así fue al cabo de cuatro años desde su llegada, el equipo desapareció y la gente sólo iba a la cancha a escuchar a esta dupla de cantautores.

Pero cómo dije al principio, hace algunas décadas nuestro lenguaje en el fútbol ha caído a profundidades enormes y esto se generó con la subida al poder del último golpe de Estado por allá, en el año 1976. Desde allí a esta parte todo ha decaído.

Estos malandras despotricadores de cultura, comenzaron a prohibir cantos alegando que eran subversivos, todo lo que no entendían lo prohibían y no pode entender los cantos fue suficiente no sólo para impedirlos sino también para perseguir gente al punto que, la mayoría de esa camada tuvo que exiliarse en el extranjero para conservar su vida.
Los militares tomaron los centro y talleres de escritura, cerraron el conservatorio y así comenzó una nueva generación de simpatizantes de fútbol.

Sin embargo, algunos de ellos pudieron gambetear el exilio con la misma habilidad que tantas veces se le vio al loco Houseman. Siguieron militando los bares de San Telmo y los potreros de barrios fomentando la intelectualidad del juego.
Algunos se pueden escuchar en las radios a altas horas de la noche, o en algún café de la esquina.
No se los ve en los programas de fútbol, tampoco comentando partidos, pero ellos siempre estarán dando vueltas por ahí, alentando y alimentado esa cultura de los “barrabravas intelectuales”.-

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