miércoles, 23 de diciembre de 2009

Visita de muerte.

El día que la muerte visitó la casa de Claudio, tuvo que golpear la puerta cuatro veces antes de entrar. Si hubiese golpeado 100 veces no habría sido suficiente, Claudio no pensaba atender.
Dos razones básicas, eran las que se fundaban en aquella decisión.

La primera: Pensaba que era su novia, se habían abandonado hacia algunos días. Abandono no en el sentido de dejarse tirado por ahí, se habían abandonado metafóricamente, en un fino resto de la zona centro, sin pena ni gloria, esta última no había podido concurrir al evento.
La segunda razón: Claudio se encontraba rascándose las pelotas plácidamente con su mano derecha, mientras la izquierda, jugaba al zapping con tan sólo dos canales de aires con los que cuenta el departamento.

Si hubiese sabido quién golpeaba, tampoco hubiese atendido y probablemente habría escapado por la puerta trasera, en el caso de tenerla, ya que, la casa no contaba con puerta trasera.
“No puedes escaparte de mi”- dijo en algún momento la muerte intentando fallidamente, una carcajada terrorífica. “nunca me sale esa risa. – Concluyó entre penas y sollozos.

En el momento de mayor placer lúdico con sus pelotas, la puerta se abrió.
Claudio saltó del sillón con al electricidad de un pez fuera del agua. Asustado. El corazón se le había atragantado.

La puerta se abrió de par en par pero del otro lado no había nada.

- ¿Por qué no abrís? Pelotudo. Dijo una voz sin materialidad a la vista.
Estas palabras estremecieron tanto al pobre joven que se regó su pierna con su orina. Sí sí, se hizo pis encima.
Con voz desprolija y ahogada a causa de estar bajos los placenteros efectos de evacuar dijo.


- ¿Quién anda ahí? Al tiempo que en puntas de pies se escondía detrás de las cortinas.
- Se te ven los pies, pelotudo. Dijo la voz escupiendo una sonrisa elegante como las tardes de Paris.
- Soy la muerte. Se apresuró a decir sin cortar su risa parisina.

Claudio recuperó el aliento y sus funciones vitales. Salió de las cortinas como un ave fénix.

- Y yo soy King Kong. Dijo golpeándose el pecho alternadamente con las manos al ritmo del conocido grito de Tarzán.

Un Flash congeló la imagen.

- Esto va derechito a Facebook. Deslizó la muerte desnudando sutilmente esa sonrisita parisiense que ya comenzaba a alterar a Claudio.
- ¿Dónde estas?
- Acá, abajo pelotudo.

Allí estaba, un enano. No un tipo de baja estatura. Un enano. Claudio se estrelló en una risa maquiavélica.

- Así que tú eres la muerte.
- Es más creíble que tu seas King Kong ¿No?
- También eres humorista. Dijo Claudio en un viento de jubiloso placer
- No, pero como mi trabajo es el peor de todos, intento ponerle un poco de humor.
- Igual te confieso, te imaginaba más elegante. Vestido de negro y un poco más alto.
- Yo también te imaginaba más elegante y menos pelotudo, pero para que vamos a jugar a las idealizaciones ¿No?
- Está bien, está bien, y se supone que me voy a morir hoy. Dijo con una mezcla de temor y placer.
- No no. Nada de eso amigo. Sólo pasaba por acá. En realidad tuve que llevarme a tu vecina, la vieja Gómez.
- No me digas. Y esperas que te crea todo esto.


A los dos minutos una ambulancia llegó al lugar se llevó a la vieja Gómez, Claudio la pudo ver por la rendija de la puerta.
Una gota le camino toda la cabeza hasta estallar contra el piso.

- No te asustes Claudito sólo te vine a visitar.
- Y por qué la muerte quisiera visitarme.
- Porque sabía que te estabas rascando las pelotas. De hecho sé que siempre lo haces.
- Es verdad, es un placer sería más divertido si tuviera mas de dos canales y programación 24 hs, después del noticiero se torna un poco monótono.
- Imagino, pero bueno esto es así. mi trabajo es monótono y no me quejo.
- ¿Querés un café?
- Dale dale. Un cafecito y me voy.
- Con Azúcar o sin azúcar.
- Cuatro cucharadas soperas de azúcar y si tenés miel, un poquito.
- Marche un cafecito para la muerte.

Luego de horas de charlar largo y tendido la muerte decidió marcharse.
Antes,Claudio preguntó:

- ¿Cómo sabés que me rasco las pelotas todos los días?
- Ayer cuando vine a visitar a la Vieja Gómez, me contó que nunca atendías la puerta y te vivías rascando las pelotas.
- Y por qué visitaste a la vieja Gómez ayer.

La muerte no dijo nada y se fue dejando las huellas de su risa parisina.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

La primer noche

Mi primer noche fue tan terrible que ya la olvidé. Mentira no la he olvidado completamente.

Cada tanto la recuerdo, y ya no se si lo que recuerdo es el recuerdo de aquella noche o el recuerdo del recuerdo.
Cómo saber si mis memorias tienen que ver con lo que realmente pasó en aquel momento, ¿Quién sabe?. ¿cómo saberlo? ¿Importa acaso?

Los recuerdo que me llegan cada tanto como una estampida eléctrica, semejante a esas olas gigantes del mar. Inmensas. No hay nada que hacer más que acurrucarse de algo firme y aguantar.

Los que más miedo me dio aquella noche fue la crueldad con la que se llevaba los colores. No como esos ladrones elegantes, distinguidos que consiguen las cosas antes que uno pueda percibirlo.
La noche no, lo iba arrancando lentamente de la tierra, como enseñándote que ella tenía el poder.
Enseñándome que cada vez que saliera, juntaría los colores con la misma inocencia que un niño junta sus marionetas después de juguetear.

Al principio me pareció increíble como los tonos iban arrastrándose como víboras, hasta que no quedó ninguno mas que la luna y su soledad posando en el alto cielo que hasta hacia unos momentos brillaba en celeste.

Literalmente la noche había arrancado de mis ojos todos los colores.
Cuando quise acordar se había llevado mi sombra, mi camino de regreso a casa y me había dejado sin nada. Vació como una caja de zapatos.

martes, 15 de diciembre de 2009

El nadador

Nadie puede dudar que Darío Picallazo era un buen nadador, sobre todo en el agua. Aunque algunos aseguran que podía desempeñar, satisfactoriamente, algunos estilos en la arena, siempre y cuando ésta se encuentre a unos diez metros de profundidad, sobre algún tipo de agua.
En lo posible aguas dulces, el agua salada le pateaba el hígado y en palabras del propio Darío: “me picaba… el culo”.

Alguien se atrevió decir que no le gustan las cosas saladas, salvo su mujer. Que ha decir verdad, era más amarga que salada.

Era normal verlo en cualquier estanque desplegando sus capacidades acuáticos. A veces pasaba días si asomar la cabeza en la superficie, substancialmente cuando no estaba en el agua.

Sin embargo, una particularidad comenzó a llamar la atención de sus conocidos.
Nunca nadie le había visto las piernas, salvo su analista que, por secreto profesional no podía develar el misterio.
Se temía que fuera una especie de hombre-pez.

Saúl Priotti dice que una vez lo vio bajo el agua y asegura que tiene cola de pez, como las sirenas.
Nadie está demasiado convencido sobre las palabras de Saúl, no porque fuera un tipo mentiroso. Pero su bastón blanco anticipando materialidad, suele ser un rasgo no vidente, en conclusión se cree que Saúl es ciego. Es más, algunos creen que no ve.

Después de un tiempo su analista descubrió porque iba a su consultorio. Sobre la base que Darío era un tipo psíquicamente sano, al menos del tipo que no necesita pasarse horas en la sala de espera del consultorio psiquiátrico.
A veces se quedaba a dormir allí.
Cuando su Analista, la viejita Norma Clete, lo invitaba a pasar él se rehusaba cabalmente. Ahora todos sospechamos el porque.

La vieja Clete tenia en su sala de espera una pecera. En ella había una esbelta hembra de la especie “Neolamprologus leleupi”.
Darío instantáneamente quedó enamorada de ella.
Su color, sus tetas… no, no! Sus tetas no! Pero se enamoró.

El encargado del edificio señalo, de manera extraoficial, que más de una vez lo había encontrado a los picos con la hembra, pero que nunca puedo ver si tenia cola de pez porque, el encargado, según lo informó el guardia de dicho edificio, también se había enamorada de la ”Neolamprologus leleupi,” y al ver ésta escena abandonó su trabajo cayendo en un pozo depresivo.
Se presupone, el encargado de nombre Carlitos Parra, anda por el pozo depresivo de Almirante Brown y Sarmiento (leer: “carta abierta de la sociedad de depresivos”) y el viejo, ante las orgías que se arman ahí, está más que contento.
Cada tanto le envía alguna que otra mojarrita como muestra de su amor eterno.

Hasta el día de la fecha nadie puede dar con éste interrogante, sobre la verdadera fisonomía de Darío Picallazo. Hijo de Doña Picallazo y el pez espada.

Pensamientos I

Probablemente descubrí antaño, que el colegio es una especie de ejercito para pequeños. O es lo que pienso ahora. Quién sabe.

Tampoco puedo poner en duda momentos sublimes que pasamos ahí, literalmente sublimes.
Pero sospecho que eso tiene más que ver con momentos de extinguible inocencia que con otras cosas.
En la escuela me enseñaron a reaccionar a ruidos. Ruidos transformados en símbolos. Vacíos. Infernales. Desopilantes.
El timbre del recreo, un mismo sonido que generaba antagónicas sensaciones. la difrencia para salir o entrar al curso era abismal.
como una terminal,tan distinto partir que llegar.

Preso de ese tiempo, de los cuerpos de los adultos, de los que “saben”. Cuando hablaba de momento sublimes siempre estaba en el recreo, o en el mejor de los casos cuando la profesora se ausentaba por algún momento del aula, eso era libertad. Júbilo. Alegría. Eso era libertad. Libertad en estado puro.
El ruido de la tiza también anunciaba malos augurios, copiar. Copiar y copiar.
El silbato del profesor de gimnasia, profesor que más de una vez se perdía en las entrepiernas de alguna compañera mientras a nosotros nos castigaban si manifestábamos gestos de amor.

Yo no estoy seguro cuando descubrí esto, ni siquiera si esto esta descubierto o sigue cubierto.
Desconfió de la veracidad de mis recuerdos, simplemente porque la verdad nunca me ha convencido.
De lo que si estoy convencido es que la escuela inconscientemente nos a cerrado la puerta, o algunas puertas a la libertad. Ha bajado una barrera en jardines con flores que debíamos olfatear.
No nos enseñaron abrir las alas, como hacen algunas aves con sus crías.
A nosotros nos cerraron la cabeza con la fiereza de un puño apretado antes de golpear. Con esa intensidad, con esa fuerza.

Había que aprender a escribir, leer, sumar, restar…. ¿Para qué? Geografía, ciencias naturales. ¿Para qué?
En las clases de literatura obviábamos a Shakespeare, a Soriano, a Fontanarrosa, para perder tiempo en sujeto y predicado.
Nadie nos contaba un cuento.

Ahora, con el tiempo al galope entendí: nadie sabe enseñar lo que uno pretende saber… eso sería básicamente vivir.
Cómo saber semejante encrucijada.
Pero un poco de crudeza, de honestidad brutal. Nadie sabe, se hace lo que se puede con lo que se tiene y punto. ¿ Para qué más?.
Pero No! Empeñados en saludar a la bandara tomando distancia, caminando en fila.

Por suerte la curiosidad de aquellos intensos momentos eran semejantes a la luz del sol. Así conocimos casi sin ayuda lo único que da diversión a éste circo: el amor.

domingo, 13 de diciembre de 2009

los simuladores

Los simuladores eran cinco. En realidad eran diez aunque simulaban ser cinco, a decir verdad nadie sabe cuantos son realmente.

En una entrevista “of the record”, Pepe Biblia, confesó que ni siquiera ellos saben cuántos son, y sospecha sobre su real participación en éste conglomerado de farsantes. casi entre lágrimas suplicó que si alguien sabe, le revele si es un simulador.
Yo creo que me estaba verdugueando, pero sus sollozos eran tan reales…

Lo que no tiene discusión, ni dudas, es que los simuladores sean quiénes sean, eran tipo que se dedicaban a simulador situaciones con el único fin de evitar problemas.
Odiaban los conflictos y discusiones sin fin.
Entonces, de forma meramente altruista, andaban por las calles del barrio simulando situaciones para esconder los problemas.

Leopoldo Gómez, dicen, nadie sabe en realidad, fue el primer simulador. El tipo venia de una familia de ortodoxos científicos: positivistas.
Gómez odiaba a los positivistas, especialmente por sus tendencias depresivas. Por ésta razón fundó de manera clandestina, el comité de simuladores. En realidad el comité era un simulacro, era un gremio.
Nada se sabe bien, y ese era el objetivo de Leopoldo que nada se supiera a ciencia exacta.

La semana pasada, en la casa de los Mercier se generó una discusión interminable entre los esposos.

- Vos siempre le querés encontrar la quinta pata al gato carajo. Decía el viejo, mientras se rascaba las bolas por debajo del pantalón y fumaba una pipa.

- Si yo le busco la quinta pata y vos te rescás a cinco manos hijo de puta. Sacudió la mujer que se encontraba a unos cuatro metros, arrodillada en el suelo con un cepillo de dientes viejo, encerando el parket.

Allí acudieron los simuladores con un gato de cinco patas que habían clonado por si acaso. Cuando el viejo vio el gato, se volvió loco. Comenzó con trastornos psíquicos que fueron irreversibles, fue internado en el neuro-psiquiatrico: “Villa cabrita”.

Cuando esto se supo en el cuartel de maniobra, uno de los máximos responsables, Armando “cajita musical” Rodríguez dijo “Misión cumplida”.
Le decían “Cajita musical” porque cada cuatro días, sin importar donde se encontrara, a las nueve de la mañana en punto, Armando comenzaba a tararear ritmos de cajitas musicales, con las manos apuntando al cielo daba vueltas simulando ser una bailarina. Sin olvidar de hacer una especie de numero cuatro con la pierna izquierda apoyada en la derecha.

Uno se puede graficar una imagen graciosa ante tales acontecimientos, pero Armando pensaba 130 kilos y era tan peludo que cada tanto lo confundían con un chimpancé. Esto es tan cierto que hace algunos años el dueño de un circo vino a reclamarlo, argumentando que era hijo de uno de sus monos.
El gordo también usaba para el acto de baile la ropa de las bailarinas y no precisamente a escala. Quiero decir que usaba la ropa de las danzantes, literalmente. Inclusive se sospecha que era la ropa de la cajita de su madre que de niño robó. En un primer las intenciones era sólo para desnudarla luego le gustó y la empezó a utilizarla para sus bailes.

Los simuladores trabajan todo el día a toda hora, salvo de Domingo a Sábado y feriados, esos días se dedican a su especialidad, conquistar mujeres. Aprovechándose de sus cualidad para ficcionar la realidad corrompen almas incólumes sin un aire de culpa.

Muchos conjeturan que el verdadero fin de éstos embusteros es conquistar de forma engañosa los corazones de las mas bellas mujeres.

El escritor ya no escribe

El escritor Alfredo Rolón ha decidido dejar de escribir. A pesar de su prolifera carrera como escritor y dramaturgo, el viejo Rolón ha dejado de escribir. Nadie sabe a ciencia exacta a qué se debe tamaña decisión. Su mujer asegura que no escribe ni la lista para ir al supermercado, es asequible pensar que Alfredo nunca fue hacer las compras.
Al margen de ésto, el viejo dejó las letras, las abandonó.
El primer problema se generó por éste abandono de letras, en un pueblo sin demasiados rodeos policiales, Jacinto Hernández, el comisario intentó meterlo preso por abandono, pero como no ha podido encontrar las letras, no ha podido más que interrogarlo. Alfredo apeló a su inteligencia diciendo que quería un abogado, en el pueblo no hay abogados desde que murió don Martiniano Esposito. En sus 50 de carreras sólo contó con dos casos, uno lo habían inventado para que el viejo no se suicide y el otro no lo recuerdo, quizá ni siquiera hubo otro caso.

Rolón empezó a escribir a la edad de los seis años, como todo el mundo, era un tipo común. En sus propias declaraciones asegura que su primer escrito fue para Rosalía, una compañera del primario que lo tenía loco de amor.
Alfredo era y es un tipo bastante feo, aunque su imagen de tipo intelectual abrigue otras interpretaciones. Objetivamente es feo, duele ver fotos de su primera niñez tanto como duele el viento del sur. Quizá duela un poco más, verlo a él.

Cuando era chico su fealdad era mas prominente que en estos tiempos, tenía una nariz extremadamente grande. Si algún compañero se ponía a su costado era probable que quedé eclipsado por semejante hocico.
También, y esto no fue un acto de la naturaleza, era un poco “bizcocho”. A la edad de cinco años, en una clase de tenis, su entrenador le tiró dos pelotas en direcciones opuestas, un ojo se fue con cada pelotita.
Alfredo siempre ha sabido distribuirse bien, aunque en éste caso en particular los resultados fueron nefastos. Su ojo derecho se hundió contra el margen izquierdo y su ojo derecho como atraído por un imán se pegó sobre la parte derecha.
Él lo niega categóricamente y cambia el hilo de la conversación cada vez que puede, salvo cunado se enreda.
Hace varios años se operó y quedó bastante bien. Para evitar que se hable del asunto quemó todas las fotos que atestiguaron dichos conocimientos. Incluso se dice que contrató investigadores para conseguir fotos que otra gente tenía de su infancia.

A pesar de disimular su fealdad y no querer hablar al respecto, Alfredo sabía y sabe que es un tipo feo. Sabía que habían muchas manera de conquistar el amor de la joven Rosalía, también sabía que su belleza no era la indicada, por eso decididlo escribir.
Ésto tampoco lo convertía en un buen escritor, de hecho era un pésimo escritor en sus comienzos, tan desagradable era escribiendo que cuando Rosalía le mostró la carta a su profesora, la hermosa Anabel Ledesma, el joven Alfredo fue suspendido por diez días de clases. Al parecer había escrito una larga carta con exceso de contenido lujurioso y unos dibujos imposible de representar, pero daban miedo.
Fue precisamente en esos días que comenzó a leer y escribir compulsivamente hasta llegar a ser el dramaturgo mas importante del barrio.
Sin embargo, Alfredo ha decidido, como ya se sabe, dejar las letras. Mañana hará una declaración en la radio sobre las cuestiones que atañan dicha decisión.

Al otro día, dijo en al radio con voz quebrada, se le había caído de las escaleras rompiéndose la primera y segunda cuerda vocal.

“He decido dejar de escribir por una simple razón. Hace días me encontré con un lector asiduo de mis obras. Me cautivó tanto su conocimiento sobre ella que tuve que tomar nota, él sabía más sobre mi obra de lo que yo pueda llegar a saber algún día.
Me ha impactado tanto, como dije, que no he podido más que invitarlo a tomar una copa y conversar vigorosamente, más que invitarlo un trago, nos tomamos nueve whiskys cada uno, imagínense la curda que cargábamos.
Ya habíamos entrado en un clima de confianza digno de decir cualquier tipo de barbaridad sin ánimos de ofender.
Y fue en ese momento que me dijo entre algunas risas de inocencia que mi último trabajo lo había aburrido interminablemente, se había compenetrado tanto para encontrar el interés del libro que permaneció días y días si para de leer perdiendo así su trabajo, lo dejó su mujer y contrajo una terribles hemorroides.
Ante tales palabras he quedado atónito, no he podido seguir escribiendo y es más que probable que no lo vuelva hacer, la razón como dije es muy simple.
No he podido soportar la ida de aburrir a un lector, es algo imperdonable, tan imperdonable como no disfrutar del culo de pampita.
Por estos motivos, he decidido dejar los escritos que me han visto andar, para dedicarme de forma intensa a no hacer nada. Me dedicaré a leer a tipos que no aburran y aprovecharme del óseo el mayor tiempo que sea posible”.

martes, 8 de diciembre de 2009

Carta abierta de la Sociedad de Depresivos.

Antes de atacar de forma directa nuestra peticiones para con: los anti-depresivos y demás instituciones con fines de lucro y tratamientos sin fin, solicitamos de forma inmediata un sistema de iluminación y escalera mecánica para los pozos depresivos.
Nuestro compañero: Augusto Blanco cayó la semana pasa en el pozo ubicado sobre las avenidas J.B. Justo y Charcas, nos comentó de las condiciones insalubres en las cuales se encontraba dicha usina de melancolía, no así, y también hacemos de público conocimiento que, en el hoyo de Almirante Brown y Sarmiento las condiciones son totalmente diferentes. Hay luz, de velas pero luz al fin y en palabras de Ricardito Guzmán: hay una serie de espectáculos de carácter eróticos dignos de presenciar al ritmo de una murga que no para los feriados. Tampoco el extremo!, repudiamos cualquier fuga de jubilosa alegría… no pretendemos pito y matraca sólo pedimos condiciones habitables.
Los de los ascensores es de extrema necesidad, nuestros viejitos depresivos se encuentran desamparados ante tales honduras. Un poco de humanidad carajo!
Nos sumamos a la petición pública de “que vuelvan los lentos”, es tan necesaria para los tímidos como para nuestros melancólicos.
Éstos mustios se aburren de tanta comparsa y necesitan unos lentos para compartir sus penas.
Los melancólicos repudian cualquier tipo de auto-ayuda, especialmente porque no se pueden ayudar y sobre todo las literaturas engañosas como “Remedios para melancólicos” de Ray Douglas Bradbury. Habladurías. Sólo habla de ciencia ficción. Los melancólicos odian la ciencia ficción… espero sepan entender el por qué.
Toda esa patrañas de amarse uno mismo y bla bla bla, el melancólico Gózales lo dejó muy claro cuando su psiquiatra le quiso levantar la autoestima “ yo sólo quiero que me ame mi vecina, Lorena Monguillo”.
No queremos curas anti-depresivas, no creemos en los curas. Somos todos ateos y veneramos el nihilismo, también a Carlota, la vieja del almacén de la esquina que tiene unos ojos tan tristes que nos enamora.
Con respecto a ver el lado positivo a las cosas estamos totalmente en contra, de Comte y toda esa corriente de pensamiento positivista que no ha hecho mas que arruinar nuestra historia.

Para rematar le decimos a todos los anti-depresivos que vengan los estamos esperando con las historias mas trágicas y oscuras que puedan escuchar, vengan y los recibiremos con las músicas mas tétricas y dolorosas que los hará cagar de miedo, venga que somos un montón y los vamos hacer sonar.

Me encantaría seguir postulando nuestros principios pero un aire colosalmente triste y de extrañeza me ha invadido hasta las uñas y no tengo otro remedio más que disfrutarlo.

Firma Gonzalito Alegre, Presidente de la asociación ortodoxa de los depresivos.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Bastardos con gloria

“Mire - Dijo mientras se hurgaba la nariz-, todo lo que hacemos nosotros es por la Gloria.
Éste ejercito que se ha reunido casi espontáneamente, tras los hechos ocurridos en la fronteras mexicanas para, permítanme la redundancia, glorificar a Gloria. La gloria.”

“Nos han definidos como bastardas por querer reír un poco de más, no podíamos evitar no reírnos en aquel momento.
Nuestro cuartel nos ha puesto el nombre de “Bastardos sin Gloria” y aquí estamos ahora poniendo en público conocimiento que somos los bastardos con gloria.
Al tiempo que en un gesto táxico con la vista mostraba a su lado, a la vieja Gloria. Gloria Pena, la única Gloria del pueblo era una Pena, una de las familias mas tristes de la cuidad.

“No saben lo que es la Gloria” decía el viejo mientras se frotaba las manos.
“Una artesana de las manualidades, por qué ustedes- decía mirando fijos a los cronistas- no saben las manos que tiene Gloria”.

Así cerró la conferencia el cabo mayor Julio Vientos mientras mostraba su brazalete con la cara de Gloria Trevi al ritmo de los aplausos de la gente.

Éste ejercito tuvo la posibilidad de glorificarse en la última guerra que en tierras mexicanas.

“La guerrisa” supieron llamar los medios de comunicación. A diferencia de las guerras convencionales que tiene muertos destrucción y demás daños a la naturaleza, ésta era, a la risa. El que reía primero perdía.

Al principio parecíamos en desventajas. Habían algunos dialectos muy graciosos y la tonada mexicana para uno qué no la conoce bien, es muy graciosa. Pero nuestro ejercito tenía lo suyo. Dos cordobeses, un entrerriano, diez sanjuaninos, cuatro jujeños y un santiagueño, sólo un santiagueño porque la contienda era a al siesta y éstos se la pasan durmiendo.

Sólo se podía hablar, nada de cosquillas, ni contacto físico. Mucho menos caricias por debajo de la mesa. El primer día descalificaron al Cordobés Juezz por andar toqueteando a una guerrillera mexicana.

También se podía hacer muecas , el primero de los dos que reía estaba descalificado y debía abandonar la competición, así hasta que uno de los ejercito quedara sin amargados.

La contienda era pareja, pero apareció entre los mexicanos un tipo de pseudónimo “caripoio”, por su parecido alarmante con el animal.

El antropólogo Dimetrius Totin, asegura , siguiendo la línea teórica darwiniana que, éste tipo no es humano, al menos en plenitud ya que, guarda un parecido no sólo físico con el animal, sino también: psíquico, genético y psicológico.
Éste se animó a desafiar la teoría del gran maestro, diciendo que es posible que descendamos del pollo y no del mono.
Y lo definió de la siguiente manera en otra conferencia de prensa que brindó en la cuidad de Peñón del Águila: “Puedo aseverar y asegurar que, éste ejemplar mexicano está en estrecha relación con lo que fuimos y lo que somos, y espero qué no con lo que seamos.
No he finalizado las últimas conclusiones de mi trabajo, pero está a la vista de quién pudiera verlo. Éste tipo es tan parecido a los pollos que uno no puede dudar que nuestra descendencia no venga del mono y si del pollo”.
“Si señores – decía mientras levantaba las manos cuan gesto del gran General Perón- si señores – repetía una y otra vez- venimos del pollo”.
Fueron sus últimas palabras mientras se alejaba de los micrófonos agitando sus brazos con ritmo de baile rolinga.

Si venimos del mono del pollo o de alguna orgía nacional, poco importa ahora. Estamos discutiendo sobre la “guerrisa” que se llevó a cabo en tierras mexicanas.

Y así fue, gracias a este energúmeno que de lejos con algún tipo de miopía, cualquiera puede confundirlo con un pollo y digo esto sin exagerar, su estatura era de 70 centímetros.
Éste, fue el responsable que nuestro ejercito pasaran a ser los bastardos de la nación.

No hacía falta mas que llegar a la contienda y uno sabía que perdería. Con una caminata estilo pingüino, brazos duros a los costados, era demasiado, la risa no se aguantaba.
Algunos se retiraban antes de empezar en un ataque de risa.

Se constató de manera oficial, la primer muerte de risa en la historia de la humanidad.
Un sanjuanino se quedó sin aire de tanto reír y se fue. Paró las patas. Literalmente se murió risa.

De poco sirvió que las autoridades nacionales pidieran la exclusión de éste personaje, al menos hasta que se supiera si era: pollo, humano o producto de una orgía avícola.
Sin embargo, el ejercito se rehusó a esas peticiones, argumentando que nunca se habían divertido tanto en una batalla y que no iban a permitir que se llevaran a ese tipo tan gracioso.

Este acto anti-patriótico, les concedió el termino de “Bastardos sin gloria”.
Ante el hecho y los rumores, que rápidamente comenzaron a asustar a los combatientes, sobre las demandas hechas por el cineastas Tarantino, por los derecho intelectuales, los combatientes comenzaron a buscar la gloria.
Y la única Gloria de la cuidad era Gloria Pena. Esta estaba de viaje, así que en un acto desesperado, intetaron loocalizar a Gloria Trevi quién se rehúso, pero permitió que usaran su imagen en un brazalete distintivo.
También fueron a al carga por Gloria Carra, pero aquella, enamorada con su personaje de “La banda del Golden Rocket”, cambio su nombre por el de Evelyn.
La útima misión fue acudir a Gloria Stefan que rechazó cualquier vínculo por estar aliada a las fuerzas mexicanas.

Lo cierto que un mes mas tarde Gloria Pena volvió al pueblo. Cuando llegó, el ejercito la estaba esperando al grito de “ Entregá Gloria…Entregá Gloria… Entregá Gloria…” al ritmo de una conocida melodía de los Auténticos Decadentes.

Así fue como en un acto simbólico el ejercito sentó a gloria en los brazo de los Sub-comandantes en una especie de sillita de oro para llevarla en andas a gloria.

Por las arenosas calles de la cuidad los bastardos iban felices al canto de “Tenemos Gloria la puta que lo parió, tenemos Gloria la puta que lo parió”

jueves, 26 de noviembre de 2009

Elecciones

Allí estaba de nuevo. Era el tercer día consecutivo que veía a ese hombre sentado en la misma mesa, en mi café.
Llegaba con la juventud del sol y se iba cuando la noche ya había despintado todo.
Era también, el tercer día que lo veía con la misma ropa. Ese detalle fue lo que comenzó a llamar, mi siempre tan despreocupada, atención.
Lo días anteriores habían pasado desapercibido, pero el tercero no!
Su barba también mostraba tres días de vida y pude aseverar cuando me acerqué a él que, sus ojos estaban tan casados como un perro después de horas de correr y correr. Abatido.
No me atreví a preguntar nada personal y sólo me limité a curiosear que deseaba. Fue protocolo. Sabía que tomaría café.

- Un café. Dijo mientras hundía su mirada curtida en algún punto del ventanal que daba la calle.

Llevé su café. Cuando me estaba yendo se abalanzó sobre mi brazo izquierdo, en un gesto que después comprendí, desesperación.

- No puedo dormir. Soltó, como quién suelta el gatillo de un arma sin medir consecuencias.

- Cómo dice señor. Exclamé, esperando servir de desahogo. No era mi especialidad, el de oyente, pero estaba tan aburrido y aquel tipo había despertado toda mi curiosidad.

- Hace días qué no puedo dormir. Qué no puedo conciliar ni un minuto de sueño. Lo he intentado todo, patillas, marihuana, sexo, vino etc. etc. Y no hay caso. No puedo.

Quedé anonadado, no sabía que decir. No había mas clientes así que acomodé una silla frente a él y me senté.

- fue al médico…
- Sí, me mandaron a un psiquiatra que me dio un cóctel de fármacos que lo único que ha logrado es reventar mi estómago.
- Y usted qué piensa… por qué será….

Su respuesta confirmó mi ausencia total de tacto.

- si supiera… si supiera. decía mientras arqueaba sus gruesas cejas como quién no encuentra explicación alguna.

- Mi noción de realidad se va desfigurando lentamente, de manera irreversible. Como algo físico. Las voces cada vez me suenan mas lejanas, con ecos… Las siluetas de las personas comienzan a bailar vertiginosamente. Siento inmovilidad, imposibilidad de ser. Necesito dormir…


- Entiendo…. No sé que decirle… su brazo sobre mi hombre me interrumpió…

- Máteme… dijo clavando sos ojos en los míos, sin piedad, sin culpa…


- ¿Cómo.. cómo dice? cómo lo voy a matar…un escalofrió abrazó todos mis huesos.

- Por favor… máteme… no puedo seguir viviendo así… hace seis días que no duermo y no puedo mas. Se quebró en lagrimas.


- Cálmese señor… llamemos a un doctor, tiene que haber una solución menos trágica..

- No.. no… ya he intentado todo… sólo quiero morir... no tema. La muerte es quizá, un lugar superior. De tranquilidad… es un estado de pura calma. Y le aseguró, necesito calma.

- De ninguna manera caballero… no voy a matarlo. Debe haber otro recurso.

- Es posible, pero no tengo tiempo… por favor… máteme.

No puedo decir que la idea de matarlo no coqueteó con mi cabeza. Lo pensé un instante. Quizá era mejor que esa persona muriera, yo pude ver y sentir su dolor, colosal. Imposible de explicar… sus ojos desgarrados de sangre de miedos de sueño…
Pero no pude hacerlo. Básicamente por mi, no podría haber vivido con eso.

Él dejó de insistir, comprendió que no iba a convencerme. Por mi parte no sé qué hubiese hecho si seguía insistiendo.
Pagó su café y salió perdido, con movimientos extraños como si el viento manejara su destino, lo perdí algunos metros después.

Nunca más volvió a pasar por mi café, tal vez alguien se animó a matarlo, tal vez logró dormir.
Quién sabe…

Diez segundos

Llegué diez segundos tarde. Raras veces diez segundo suelen ser determinantes. Al menos hasta ese momento.
Es normal en nuestro país llegar tarde a todos lados; con los medios de transportes diez segundos suelen ser mucho tiempo.
Mi primer destino era la parada del 54. mi segundo, dependiente de aquel primero era el trabajo.

Llegué agitado. Descanse mis brazos sobre mis piernas un poco flexionadas, mientras intentaba capitalizar mi aliento.
Lo había perdido en las últimas dos cuadras en un intento de alcanzar el bondi. No tenía recuerdo de la última vez que mi locomoción había superado la marcha
El nudo de mi corbata era otro de los encargados de atentar criminalmente contra mi paupérrimo estado atlético.
Ese día volví a correr.
Dos cuadras antes, mi reloj marcaba estar diez segundos atrás de mi destino en una relación de tiempo y espacio.

Siempre me llamó poderosamente la atención como esos enormes colectivos pueden ser tan precisos. tantas variables en juego y siempre pasan a la misma hora por el mismo lugar.
Variables de todo tipo: tráfico, peatón, semáforos, etc. etc.
No podía entender como se las arreglaban para llegar a tiempo.
En tiempo.

No es difícil imaginar mi profesión. Contador. Números. Exactitud.
Ha sido una piedra en el zapato poder entender la lógica que se pone en juego aquí. O allí.

Lo cierto fue que llegué tarde. Diez segundos, suficientes para perder el colectivo y llegar mas tarde a mi trabajo. Lo cual sería bastante molesto. Mi jefe no es de esos tipo fácil de satisfacer, tampoco su mujer por lo que se comenta en los pasillos.

Después de algunos minutos pude volver mis pulsaciones a la normalidad. Esto sería unas 80 veces por minuto.
Cuando tuve noción de mi contexto pude ver una mujer en las mismas circunstancias que yo. Éramos los únicos en la parada de Santa fe y Laprida.
Rápidamente supuse, también había llegado tarde, aunque no noté en ella signos de agitación como los que reinaban en mi respirar. Tampoco signos de preocupación, apenas si podía dar fe que estaba viva y la razón de aquello fue que, movía las articulaciones de los dedos como si le costara manejar su motricidad.
Ella nunca me miró en los ocho minutos que tardó en arribar un nuevo colectivo de la línea 54, por mi parte, no podía dejar de mirarla.
Al principio me convencí que la miraba porque no había nada mas para mirar, salvo un cartel publicitando productos de “perfección”. Tardé algunos segundos mas en convencerme que, mi atención estaba cautivada en esa hembra por una simple razón, su belleza.
Nunca fui bueno para calcular años, tampoco me a pareció buena idea hacerlo con ella. ¿Para qué?
Estaba sentada con un pequeño maletín entre su falta y puedo asegurar que esos intensos minutos, jamás miró hacia donde estaba yo. Ni siquiera para descartar cualquier posibilidad. Yo pasé esos ocho minutos abstraídos totalmente del mundo, solo tenia en mi cabeza a esa mujer.
Pensé, quizá la única forma de conocerla era por ese retraso de diez segundos. Quizá diez segundos antes hubiesen marcado otro destino, otra situación totalmente diferente.
Seguí pensando cómo esa relación entre tiempo y espacio puede contribuir a determinar cosas que son imposible de manipular. Situaciones que no podrían ser otras, bajo ningún caso.
Quizá esa mujer nunca volvería a estar frente a mi. Diez segundos antes y ella no hubiese existido para mi. No hubiese existido.
Pero allí estaba, radiante como el reflejo de un sol de verano sobre cristalinas aguas de manantiales. Radiante como los colores. Como la noche.
Pensé decírselo. No pude. Qué le iba a decir…
“sabe que mientras la miraba pensé en lo loco del mundo. En lo extraño, que todo esto es. Qué tal vez si llegaba diez segundos antes ni siquiera sería posible hablar de esto… ni pensarlo…”
No! no pude. Tuve todas mis intenciones pero no pude hacerlo.

Un aterrador chillido de frenos trajo ante nosotros un destartalado colectivo de la línea 54. abrió sus puerta. Los dos subimos. Deje que pasara primero, no fue sólo cortesía.

Ella se sentó en el tercer asiento de los individuales. Quise estar cerca de ella, pero fue imposible, la multitud me separó, la separó de mi vista.

Llegué diez segundos tardes a la parada del colectivo y 18 al trabajo. Para mi suerte, siempre tan carenciada, mi jefe no fue a trabajar. Me había ahorrado malos momentos.

Lo que no pude ahorrar fue mi tiempo. Busqué a esa mujer hasta el cansacio, en las cercanías de Santa Fe y Lapdrida.
A veces diez segundos antes, otras diez segundos después.
Pero nunca la he podido volver a ver.

martes, 24 de noviembre de 2009

Manuel y la receta de la felicidad

Manuel estaba seguro de haber dejado la carta en el cajón de su cómoda, en el primer cajón de su cómoda.
Incluso, su relato es tan real que uno tiene la sensación que sería en aquel lugar, su cómoda, el primer destino de búsqueda, de cualquiera que lo escuchara. Cualquiera iría convencido de encontrarla.. allí en su primer cajón. Sabiendo de antemano que Manuel la buscó 234 veces, las contó. Eso me dijo a mi, qué las contó 234 veces… yo pensé que exageraba, pero hubiese redondeado en 250.. 0 2500. No! él dijo, 234 veces y yo le creí. Siempre le creo, Manuel es un tipo que no miente… y si lo hace es lo suficientemente sensible para convertir esa mentira en una verdad.
Al fin y al cabo una verdad puede ser una mentira bien contada… maquillada…

El convencimiento a veces te ciega, y Manuel sí qué era de esos tipos, esos que no dudan. A la edad de 7 años. perdió un juguete convencido de que estaba en su baúl de muñecos . Por un lazo de tiempo análogo a 10 años, Manuel buscó diariamente, con el mismo convencimiento que el primer día.
En cada arremetida, en cada paso previó él estaba persuadido de encontrarlo. Después de 10 años lo olvidó o encontró otro juguete, quién sabe… lo cierto que ese juguete nunca apreció.

La carta tampoco estaba allí, y sí estaba,234 veces no fueron suficiente. Por qué Manuel no habría encontrado un sobre azul marino en un cajón de vacío. Era poco probable, por las dudas fomenté la idea de buscar en otro lugar antes de contar 235.

La exploración seguía, Manuel empezó a desesperar, desconfió de su mujer, de sus hijos, incluso, en un acto de extrema locura increpó a su sombra, esperando respuesta. Ante el silencio de aquella, se trenzó en una batalla de manos que terminó.. como siempre sucede en estos casos, con un doloroso empate…

Esa carta había llegado a sus manos por herencia. Generaciones. Manuel había robado la carta. Su familia paterna era una de las logias del crimen organizado mas poderosa del sur de Monvillle y en un acto mítico se hizo con la carta.

Pero ahora la había perdido, todo su trabajo de hormiga quedó trunco con la desaparición de ese escrito que el propio Manuel cuanta con tanta emotividad que uno no dudaría en ir a buscarla allí, en su primer cajón , convencido de encontrarla. Esto creo haberlo relatado, el énfasis es tan real como su certeza.
Las carta fue robada por Manuel, desconozco los detalles, por cuestiones de seguridad no me contó.
Pero después de 200 años de robar y robar ,él tenia entre sus manos el poder simbólico mas importante de la humanidad. La felicidad. En ese sobre y con una letra del ortodoxo latín del siglo IX se encontraban las líneas de la mítica carta que habla de la felicidad. Nada mas y nada menos que, “La receta de la felicidad”.

Antes de perderla y alimentando sus compulsiones obsesivas, Manuel después de un arduo trabajo, supo traducir algunos pasajes, que no sirven pero pueden dar una pista de lo que se encuentra allí.

A continuación algunos de los pasajes traducidos:

“ 2 huevos de codorniz, separe yema de clara. Yema a la sartén, y con clara haga lo que se le antoje"

“3 pezuñas de lobo africano y una foto desnuda de Angelina Jolie” Si consigue la foto le suplico, me la mande, la cursiva es mia, del autor.


“Imprescindible contar con dos o tres millones de euros en el banco, si es argentino evite guardarlo en el banco de su nación. Si es de otro lugar del mundo evite el Banco Nacional Argentino”


Estos fueron los pasajes que me supo confesar Manuel.
Yo la verdad, no termino de creer que, la receta de la felicidad tenga algo que ver con la codorniz o con Angelina jolie. Aunque sigo sosteniendo que Manuel no miente. Nunca miente.

Luego de aquella charla no he vuelto a verlo. Algunos dicen que Manuel dejó su familia y su trabajo en la búsqueda de la carta que, sospecha esta en algún basurero municipal.
Es muy probable que si busca 243 veces en cada lugar, de cada basurero, los pronósticos no sean los mas alentadores.

La cruda realidad dice que Manuel, ha ido en búsqueda de la felicidad escrita en un pergamino del siglo IX en un idioma ajeno, escrita por alguien que desconoce.Descartando que en aquellas épocas el humor sarcástico formara parte de la sociedad.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Los curadores de insomnio

Frente al gran monumento del general San Martín, se encuentra la academia contra el insomnio. Estos sabiondos de la almohada, están en contradicción permanente con los destructores del silencio, especialmente en la parte epistemológica.
Los con-ciudadanos se dirigen allí ante cualquier problema de trasnoche. Lo mas probable que usted salga dormido, también es factible que lo hayan dormido.
Lo cierto es que, ellos aseguran que podrá dormir parado después de un proceso de este linaje. Si usted quiere dormir acostado ya es otro valor.
La consigna de los curadores es la siguiente.
“ Sufre de insomnio, venga a visitar a los curadores. Vamos venga!!! Deleee, no sea bobo! No se duerma con nuestros precios, que acá… acá.. acá los dormimos. Venga y duerma parado en dos semanas.”


No es raro ver a San Zu, el máximo valuarte de este arte, dormido cerca de las vías del tren.
Hace unos días salió en las noticias regionales, en vivo, mientras dormía, el paso del tren no le movió ni siquiera el bigote. Algunos que se quedaron un tiempo mas a contemplarlo, aseguran que estaba con una curda tremenda y por eso no se movía. Pero lo cierto que este Zu duerme en cualquier lado. Es normal verlo en los cafés, de la zona céntrica, dormido profundamente. Es fácil reconocer cuando alguien se duerme azarosamente que cuando duerme alguno de la legión de los curadores, éstos van a dormir, se preparan. Zu se acomoda de costado, cruza los brazo y duerme con una sonrisa ligeramente placentera. Da envidia verlo así, tan relajado. Asegura el viejo asiático de 90 años que su nueva destreza será la de ojear el diario mientras duerme. Toda una revelación.

Carlos Segundo, también es otro que anda durmiendo públicamente. La semana pasada se lo vio cabeceando en la plaza con almohada y frazada, muy cómodamente. Los que llevan y traen rumores dicen que la mujer lo encontró durmiendo con una alumna y lo corrió de la casa. Nada se sabe a ciencia exacta.
Las novedades mas interesantes esta en mano de Tsin Sa, un joven que dice dormir y caminar al mismo tiempo, los expertos lo llaman sonambulismo. Él asegura que es una facultad y que puede enseñarla.


Otras de las celebres frases “Si nadie lo atiende no insista, estamos durmiendo” ésta se encuentra en la pared que da frente de la puerta principal del templo.
El gallego Gonzáles, fue la semana pasada a pedir un asesoramiento porque venia durmiendo muy mal. Hacia cuatro días que no podía pernoctar. Entró y empezó a bostezar, al parecer estos viejos arpías tiran químicos que producen sueños y después te charlotean. A los hechos nos remitimos, el gallego salió de ahí medio dormido, llegó a duras penas a su domicilio en el cual permanece dormido desde aquel día. La mujer sospecha que está muerto lo que no hay dudas es que acaba de perder su trabajo.

Los curadores se enfrentan cada fin de mes, en una batalla estratégica, con los destructores del silencio. Unos callan y otros hablan. Unos viven vigorosamente y otros duermen.
Al principio la contienda tenia miles de espectadores, con el paso del tiempo y la falta de acción, a penas si se presenta los contendientes. Lo indiscutible, la batalla siempre termina en un aburrido empate. Tan aburrido como el clásico rosarino.

A continuación algunas sugerencias por parte del clan para conciliar el bendito y añorado sueño

1. Primeramente cerrar los ojos. No es imposible pero es extremadamente dificultoso, dormir con los ojos abierto. A no ser que, usted tenga los ojos del tamaño de un amigo, no le dan los parpadas y duerme con los ojos abiertos. Pero, en lo posible, cerrarlo.
2. Corra 25Km sin parar, vuelva y tenga sexo con su mujer, si su mujer no lo calienta cambie su mujer con la del vecino. Intentelo nuevamente. Los 25Km también. (es broma )
3. Cuente ovejas hasta el numero 2.000.0000.,luego póngale nombre a todas ellas, repitiendo todos a medida que agrega alguno. Si no duerme con eso, es muy probable que se vuelva loco, lo cual trasladala atención del sueño y nuestro trabajo estará concluido.
4. Piense que si no duerme, la vida es tran trágica como todos aseguran.
5. Las posiciones horizontales son mas cómodas y mas solidarias con el dormir, si usted calza mas de 50 no se preocupe puede dormir parado.
6. Si al cerrar los ojos la imagen de su suegra le carcome el cerebro, amigo debo comunicarle una mala noticia. Su mujer será muy parecida. Después de esto evite suicidarse, le aconsejo que cambie de mujer, antes de mirarla a ella, mire a su madre.
7. si usted esta leyendo esto, hay dos razones, las seis anteriores no sirvieron lo cual estaría bastante cagado. Completamente cagado. La otra es que su ansiedad lo lleve al final lo cual esta cagado también, un poco menos pero, cagado al fin. Por ende si anda por aquí se aconseja introducir sin respirar dos o tres tabletas de clonazepam y en lo posible deje de romper las pelotas a esta altura de la noche,la gente duerme.
8. Dulces sueños, le desean, los que duermen jubilosamente.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Terapia: fobia al Vals

Cuatro tipos de aspectos disímiles armaban una media luna en torno a otro de anteojos pesados que, llevaba en su cabeza la metáfora más literal del paso del tiempo, el viejo estaba pelado. No tenia ni sombra de pelos en el cuero cabelludo, incluso si lo mirabas de costado se dejaba ver algunos intentos poco exitosos de injerto de pelo. El lo negaba abiertamente “ no no” decía; “Es una cicatriz de primera infancia”. Todos sabían que no. Era evidente que los pelos se encontraban en otro lugar. Las cejas. Era una población semejante a la de algún país asiático, llámese China o Japón.
El tipo pelado de anteojos gruesos y súper población cejal era una especie de psicoanalista, psiquiatra u ambas juntas. Nunca supe bien.

Los cuatro tipos presentes tenían en común un problemita. Fobia. Fobia al vals. Los cuatros se horrorizaban de la situación de bailar el vals. “ Esa ronda todos de la mano y dos boludos en el medio bailando un horrible ritmo” supo definirlo en algún momento el viejo Rogelio, uno de los presentes. Un viejo de 70 años que, haciendo un estudio genealógico y teniendo en cuenta su edad era poco probable que tenga oportunidad de bailar otro vals, pero no era así. El viejo Rogelio tenia una manía de antaño. Se colaba a los cumpleaños de 15 y si tenia alguna copita de mas, se mandaba a cualquier casamiento sin el más mínimo pudor. Pero Rogelio no era un tipo a las apuradas, estudiaba su victimas meticulosamente, no era casual que se lo viera ocupando el lugar del “abuelo” de la cumpleañera. Aparecía con historias increíbles. Su capacidad oratoria lo llevaban a posar en la foto de la familia. El problema se presentó cuando apareció haciendo de esposo en las fotos de las hermanas Gonzáles, flor de quilombo se armó. Las hermanas dejaron de hablarse y el viejo tuvo que guardarse un tiempo. Su mujer se había enterado. Al parecer, él nunca lo dijo, ni siquiera al analista, que ella le pegaba. Así es che, la vieja lo golpeaba salvajemente cada vez que se mandaba una macana de ese tipo. El viejo odiaba bailar el vals, le tenia fobia y sin embargo lo repetía y lo repetía.

¿Cómo me explica Ud que le tema bailar el vals pero se meta en cumpleaños sin vacilar?

No se doc, es una manía, no pienso en eso. Cuando llego al medio de la ronda a bailar con mi nieta de turno se me paraliza todo. Buee casi todo, en especial las piernas, quedo duro como una maceta y quiero salir corriendo. Alcanzó a decir el viejo mientras lo recuerdos lo abrumaban mezquinándole la voz.

De los cuatro, Iván era el mas pequeño. Media 1,55 si a esto le agregamos su agudo timbre de voz generaba impresión a cualquiera. Sobre todo verlo bailar el vals. Su analista se preguntó en silencio, qué sería mas fóbico, si su problema o verlo bailar. Pero rápidamente sacó esos pensamientos y con una seriedad sarcástica lo miraba. Sabía la respuesta.
Seguramente verlo bailando con una Austriaca de 185 seria una elegante fuente de satisfacción, ajena.
justamente ésta era la razón de su estadía analítica. Había conocido hacia un tiempo a una Austriaca de 1,85 y se estaban por casar.

Todo venia bárbaro, estaba feliz. Pero cuando empezamos a organizar la boda me vi en una situación embarazosa, el vals. Imagínese doctor, yo mido 1,55,. Ella 1,85, y si le sumamos los tacos, 190.

La verdad que me cuesta imaginarlo, sobre todo a Ud. ironizó el doctor.

Me esta cargando. gruñó el chaval

No no, cómo dice. Digo que, no es lo mejor que le puede pasar; pero en tiempo de tanta modernidad podría suspender el momento del vals y listo.¿ No le parece?

No doc, no me parece, si supiera algo de historia de la música sabría que el vals es oriundo de Austria y si me diera bola cuando hablo sabría que ella es de procedencia austriaca. No sólo vamos a bailar el vals como ritual sino que la música será 100% vals.

A la pelota. Hasta las pelotas. Bueno Ud es joven, por qué no espera unos años, crece un poco y a la mierda, problema solucionado.

Lo pensé. Pero hay dos problemas, el primero es que ella tiene 19 y seguirá creciendo. el otro es que si crezco tengo que cambiar todo el ropero. Sabe la pilcha que tengo doc. No podría dejar ese jardinero que viene de generación en generación.

Ud lo ha dicho. Se da cuenta, es mas fácil cambiar su futura mujer que armar un ropero nuevo con todo lo que eso implica.

El enano lo miró esperando que se ría, pero no. el viejo había hecho su intervención y el tenia que desembolsar 200 por sesión.

Los otros dos venían juntos, eran pareja y también se estaban por casar, y el problema era quién ponía la mano en la cintura y quién en el hombro. Era vital desentrañar ese aspecto. El que ponía en la cintura era el macho, el machote, el que ponía su mano en el hombro era la hembra. Las discusión entre ellos era interminable, nunca llegaban a un arreglo. Los dos querían poner la mano en el hombro.

Podrían bailar el famoso “lento tímido” -dijo el doctor- los dos con las manos en los hombres del otro y ya esta.

Pero no! el problema era una lucha de poder, ninguno quería jugar de hombre, por varias razones, primero porque el hombre tenia que lavar el auto y hacer el asado de los domingos.
El doctor pensó en proponerle sacar el vals, pero entendió que eso era una metáfora y el problema era otro, mas profundo.

Luego de un silencio el sabiendo dijo lo siguiente para dar por concluida la sesión.
Ud Rogelio déjese de romper las pelotas con las coladas a los bailes y hágale caso a su mujer en todo lo que dice sino la vieja esa lo va a matar a palos.
Con respecto a Ud pequeño, deje a esa austriaca, y se lo digo porque si tiene un hijo con ella la generación que viene tomando ese jardinero llegará hasta usted. Imagínese si el chico sale a la madre, el jardinero lo usará antes de comenzar a caminar.
En relación a ustedes dos tortolitos su problema es mas complejo y no tengo idea que voy puedo hacer por ustedes, así que les voy a pedir que no vengan mas, y que se dejen de tocar de esa manera salvaje que soy bastante homofóbico.
Los veo la semana que viene.

jueves, 22 de octubre de 2009

La soledad del arco

Las cuatro sombras que ofrecía el sol cuando comenzó el partido abordaron el camino de la muerte lentamente al compás del atardecer; hasta quedar una sola. Gentileza de un farol unos ocho metros por encima del nivel del campo de juego. Éste se encontraba en el medio de ese potrero improvisado en algún lugar del barrio que ya olvide. El partido había surgido sin demasiadas preparaciones como otras veces. Cuando alguien proponía, casi religiosamente todos nos íbamos sumando como lo hacen los devotos. Las dimensiones de la cancha eran tan arbitrarias como el lenguaje. Pero poco importaba mientras un esférico corriera libremente por los pies.

Los arcos se dividían entre ladrillos de una construcción abandonada y algún voluntarioso que ofrecía sus ropaje sabiendo de antemano que se llevaría un reto hogareño. El travesaño imaginario terminaba en los brazos extendido de quién por desgracia del azar le tocara defenderlo. Esto siempre era foco de problema. Cuando el partido se picaba era común desperdiciar el tiempo en determinar si el gol era convalidado o no; lo definía casi siempre la voz mas poderosa, como en el reino animal, la ley del mas fuerte definía esas cuestiones. Y no era sorpresa que después de un minucioso “pan y queso” los seleccionadores priorizaban la destreza rústica sobre las habilidades futbolísticas. O al menos ese era el consuelo de los últimos elegidos.

Jorgito era siempre el primer elegido, un marcador central algo labrador que, siguiendo la ley de la biología era tan alto como su progenitor; tenía las manos tan grandes que ese fútbol numero cinco parecía una pelotita de ping pong entre sus garras. De poco servía sus destrezas para el arco, eran casi tan pobres como las que yacían en sus piernas, no se sabía si era diestro o zurdo le pegaba igual de mal con ambas. Y digo le pegaba, porque le pegaba. La trataba tan mal a esa hermosa pelota que uno sentía la necesidad de decirle “tratarla con cariño viejo”; pero nadie se animaba. Su única virtud era ir bien de arriba y esto era de carácter mas físico que otra cosa.

El partido era parejo sin demasiadas emociones hasta que una falla de la última línea en una jugada preparada por los rivales terminó en una exquisita definición del gringo Rodríguez, un pescador. Nosotros le decíamos “pichero” era raro verlo a mas de cinco o seis metro del arco. La política de “gol sale” me mandó al disfraz de arquero. Y ahí me paré. a defender el arco. A la derecha el buzo adidas de Javier al a izquierda un ladrillo de adobe a la mitad. Mi meta era evitar que la pelota pase por ahí. Una tarea no tan difícil. La pelota llegaba poco; el juego estaba trabado en la mitad de la cancha. De repente un amague descomunal de nuestro wing derecho dejó a toda la defensa contraría a contra pie y definió cruzado ante la tibia respuesta del guardameta. Un arquero urgido por la nececidad de salir del arco como quien ve en los botines del contrario una llave a la libertad. A la cancha al juego, o a la parte mas divertida de él.

La soledad del arco no es tan fácil como evitar que la pelota pase por el mismo. Sobre todo un tipo como yo que ve una pelota rodar y el mundo es otro mundo. Ese día estar tan sólo defendiendo la pelota de un buzo y un ladrillo comenzó a impacientarme. Una fuerte sensación de incertidumbre navego por todas mis sensaciones hasta anclarse en mis pensamientos. Esa sensación fue incluso mas fuerte que aquel gol que haría dos meses mas tarde eludiendo dos rivales y definiendo con una elegancia que jamás vería; al menos salir de mis botines. Unos fulbenses que mamá me había regalado un tiempo atrás. Recuerdo aquel día que los ví, mis ojos brillaron como luego brillaron con algún beso de mujer. Antes de cada partido papá con una paciencia que envidió se internaba en la ardua tarea de lustrar esos timbos negros que en tantas alegrías me acompañaron. Aunque aquella tarde la alegría estuvo tan ausente que pensé no volverla a ver.

Mientras Sergio y Diego disputaban la pelota en la mitad del juego con la elegancia de los volantes centrales que hoy no abundan, mi cabeza deambulaba entre preguntas tan extrañas que no había respuesta posible para comprender.
¿Quién era yo? ¿ Qué hacía en ese lugar con esos objetos animados jubilosos tras otro inerte como si fuera un dios?. No comprendía que pasaba por mi cabeza.
De repente un centro cruzado casi termina en gol y Edu me miró como quién mira a un traidor, yo alcance a balbucear “ la saque con la vista” y colgué en mi cara una sonrisa tan irreal como todo lo que sentía en ese momento.
Todos se encontraban bajo un velo simbólico, reían y actuaban tan naturalmente que sentí una envidia poco sana de sumarme al rito. Imposible. En una jugada sucia mi cabeza había gambeteado momentáneamente esa situación y mi sensación de vacío llagaba todo; los latidos, pensamientos, movimientos.
Después de pasar la pelota entre dos ladrillos un montón de semejantes a mi se abrazaban alegremente mientras yo en la otra punta del mundo en la mas pura soledad aguantaba una estampida de extrañeza.
Quería correr hasta mi casa; escapar a un lugar para esconderme de esa locura pero no podía dejar el arco tenía que defenderlo no porque lo sintiera necesario sino por una cuestión a la cual yo quería asir nuevamente y era lo simbólico de aquel juego.

Otro corner para ellos trajo a todos hasta mi área a las cercanías de mi físico; mi cuerpo estaba allí pero lo que piensa estaba en cualquier otro lugar; tuve que involucrarme, disimular.
Me flexione apoyando las manos en mis rodillas como esos arqueros de vieja guardia intenté hacer foco en la pelota; mandé a Pablo al palo de ladrillo, nadie podía negar mi actuación.
Un centro violento encontró la cabeza un contrario a la altura del primer palo y todos salieron gritando gol.Yo estaba inmóvil seguía en la misma posición mirando al corner; perdido, no entendía.
Te dejaste hacer el gol boludo. Gritó Rodrigo.
Lo mire desorbitado; pensé en matarlo a golpes, pensé en decirle lo que estaba sintiendo, pensé tantas cosas y sólo pude decir. No lo vi.

Los destructores del silencio (parte I)

Los destructores del silencio, son un conglomerado de personas con algunas tendencias fóbicas a la afonía. Tipos que no pueden estar en silencio y le salen al cruce con los tapones de punta.
Para desgracia de ellos y de sus interlocutores el apuro por socorrer el silencio no siempre termina en buenos términos o en buenas palabras.
La corriente se originó en el barrio Las Palmas y fueron estos tres los que dieron vida a una tendencia que el tiempo iría acentuando.
Javier un ex combatiente de las cruzadas. De las palabras cruzadas. Cada domingo se curtía a duelo casi letal con la última sección del periódico. Hacía caso omiso a la ayuda de “horizontales y verticales” le bastaba con encontrar una palabra que entre en cada charada y en algunos caso ponía dos letras por cuadro. Su vocabulario escueto lo llevaba a repetir la misma palabras en varias ocasiones.
Al comienzo siempre era fácil escribía a placer las palabras horizontales. El problema devenía cuando llegaba el turno de las verticales, ya que, debía utilizar las palabras que le cruzaban, esto le tría dolores de cabeza cada domingo por la mañana. La resolución siempre era la misma se limitaba a poner letras por todo los cuadros hasta terminar, a veces con un corrector blanco escribía también sobre los cuadros negros.
Ante la pregunta recurrente de su mujer por las palabras verticales, sin demasiada culpa aludía que se trataba de un crucigrama bilingüe.
Lo paradójico del viejo Javier es que, hacía sus crucigramas en silencio cuando alguien lo quería molestar se ponía como loco cambiaba su color de piel mientras ensanchaba las narices como toro en rodeo. Pero de lunes a sábado era habitual verlo colocar palabras en cada ocasión que se le presentaba. En los hospitales cambiaba el cartel de “silencio hospital por “el silencio no es sano, el hospital”.
Salía cada mañana entre las 8 y 815 cuando los gallos comenzaban a callar cantando unas tristes melodías gregorianas, algunos dicen que salía haciendo gargaras de bicarbonato debido a su mal aliento pero él estaba convencido de que sus sonidos eran oriundos de la edad media. La diferencia no era tanta.
Algunos años mas tarde Doña Rosa, una vecina, cuanta que, en el funeral de su mujer no puedo aguantar el silencio del velatorio e hizo poner una radio de clásicos amparándose en la muerta “ a la vieja le gustaba la radio” decía. Y cada tanto cuando aparecía un rock and roll cincuentoso sacaba a bailar alguana vieja de la colectividad y no paraba de hablar. Era imposible mantener el silencio salvo en su tarea que el había definido como “el batallador de las cruzadas del último día”. Palabras cruzadas del domingo.

Germán era otro de esos demoledores de la calma. No podía aguantar el silencio. Según le dijo su analista la elección de su mujer era una elección de objeto de amor primada por la pulsión invocante; Germán no entendía un sorete lo que ella decía pero sonaba lindo, y si sonaba era suficiente. Luego llegó a sus oídos que al parecer un educado francés de la teoría Freudiana refería es este termino, invocante, diciendo que si sonaba era lindo, placentero o algo así. Germán siguió sin entender.
Una tarde de lunes de otoño abrumado por el silencio y ante la imposibilidad de satisfacer su sensibilidad auditiva decidió ir hasta la cuidad universitaria, esos eruditos del conocimiento no paran de hablar pensó. Era un buen lugar. Cayó en una clase de psicoanálisis y el tema a desglosar era un texto de Freud bajo el titulo “el chiste y su relación con el incoscinete” él no creía un carajo en lo que escucha y decía ese viejo barbudo sobre el chiste pero ahora comprendía las caras de su analista cuando el recurría a bromas en su análisis. En especial las bromas de carácter sexual. Ni que habar cuando en el chiste estaba involucrada ella. De aquel día evitó el humor en su diván. Sin embargo la imposibilidad del silencio lo llevó a cometer tantos lapsus que su psicoanalista no podía diferenciar que era de lo que no era. No hizo falta, en los 15 años que duró el análisis ella no dijo una sola palabra, tiempo después Germán oiría placidamente, como cada vez que oía, que la mujer era muda. La chica era muda dijo y largo a reír.

Nuestro último y mas conocido destructor de silenció manejaba un tren destruyendo literalmente el silencio de toda la cuidad. Los que mas sufrían eran los que vivían entre la municipalidad y J B Justo, el tren pasaba por ahí diariamente entre las 14 y 1415; los vecinos indignados salían en paños menores con los mas sublimes insultos. Él solo reía feliz de escuchar tanto ruido.
El problema vino cuando en uno de los viajes, la famosa letra “a” un tanto despistada a causa de una pelea con la “e” cruzó con la barrera baja y “pumm”. Chau la letra “a”. La destruyó literalmente. La mató.
Al velorio asistieron todos, Javier llevaba el grabador por las dudas. pero no hizo falta en honor a la letra “a” todos entonaron la conocida “la mar estaba serena” empezaron por la “e” luego la “i” la “o” y la “u”, cuando llegaron a la “a” se armó un quibombo. Nadie podía pronunciarla, el sonido era muy análogo a las palabras que Javier usaba en forma vertical. Todos comprendieron su lenguaje aunque no comprendía el significado. Parecía un coro de gangoso cantando.
Los mas perjudicados fueron sin duda los fanáticos del anana y la banana. Que ante las pregunta de los verduleros se limitaban a señalar con el dedo y decir “quiero dos de eso”.
Los destructores seguirán vigilando todos los lugares ahuyentando el silencio.

viernes, 16 de octubre de 2009

Sin palabras

Otra vez la hoja en blanco. Vacía. La punta de su pluma cada tanto arremetía como un ejercito lleno de palabras, convencidas a atacar cada renglón. A la espera una orden que nunca llegaba. Su pulso se movía en cámara lenta lleno de dudas, sin encontrar palabras que den sentido. Afasia. Miedo.
El cenicero mostraba sus muertos alimentando su instinto asesino; mientras sonaba el ritmo de un blues tan viejo como el sol. La misma escena se repetía de nuevo. Una y otra vez. La mas literal de todas las rutinas. “rutina carcelaria”. Pensó. Rutina que no convida sentido. Andrés no podía escribir. Se había comprometido ante su editora a escribir en una semana una novela épica que fantaseo poder escribir entre vasos de whisky y soberbia de alcoba.
Prendió un cigarrillo que había dejado a medias, agradeció en silencio a la tecnología por el ipod. Sepultó un auricular en cada oído. Salió. Manos en los bolsillos. Sobretodo hasta los tobillos y una bufanda roja que le daba una vuelta y media por su cuello.
Encontró la calle y se animó a pisarla a tranco lento. Tranco de no querer llegar o lo que es peor, de no saber donde se va.
Caminó hasta una librería. Entró. Entró como quién entrar a buscar soluciones. Como tantas veces entró a buscar sexo para espantar la soledad.
Se tropezó con un libro nuevo de Saramago, leyó tres hojas y lo dejó. Chusmeó cuentos de varios autores y terminó en el lugar de siempre. Cortazar. Exploró dos cuentos que lo llenaron de vida y cerró el libro como quien cierra paso a pensamientos inmaduros. Volvió a irse. Como hacia siempre que los recuerdos lo enfrenaban con sus debilidades. Cuando llegó a puerta dio cuenta que entre sus manos aún estaba el libro de Cortázar. Acto fallido. Quería que fuese su libro, escrito por él. Por ese instante que parecieron varios soñó su nombre en la portada. Rió placidamente. Dejó el libro y se fue.
Ya afuera. Prendió un 43/70 añejado que encontró en el bolsillo. Pitó violento. Una y otra vez, fomentando su oralidad. Cuando dió cuanta que esa etiqueta era un obsequio de Laura, la pensó. La desnudó lentamente y volvió a sonreir. Metió una mano en el bolsillo mientras la otra se disfrazaba de calma llevando menicamente tacabo a su boca. El que cantaba a su oido era Lou Reed. “perfect day”. Irónico. Pensó.
Recordó que esa canción la habia esuchado en una pelicula. No podía precisar cual. Sacó una libreta pequeña y anotó. “perfect day. Pelicula. Banda de sonido” y cerró. Sabía que nunca buscaría esa pelicula y si vuelve a ver Trainspotting dirá “esa es la canción”. Sólo escribió porque necesitaba escribir. Era convencerse que nunca se olvidaría de hacerlo.
Pisó la colilla contra el piso apagando su luz. Apresuró su andar, el frío estaba crudo y ya comenzaba a seducir sus huesos. Dos niños jugaban en la vereda, los contemplo con nostalgia. Recordó su infancia llena de fútbol y figuritas. Quiso decirles algo, pero calló. Los examinó un tiempo mas y siguió su marcha.
Entró en un bar. Pidió un café; no lo tomó. Lo dejó como el mancebo lo había servido. Y no se movió hasta que el mismo mozo luego que él se fue lo retiró agradeciendo en silencio la propina de ese extraño viejo de barba.
Se sentó frente a la ventana, como esos tipo que ignoran el mundo que no le dan importancia. Pero sólo estaba allí escapando de la soledad; buscando en los rostros de los de allí presentes alguna señal. Buscaba savia. buscaba algo que no estaba seguro que era. Sólo buscaba. Quizás ese sería su camino. Sólo el camino.
Disimuladamente, observó dos mujeres sentadas a su derecha. “cuarentonas” pensó. La rubia fumaba un virginia slim mientras debatían temas triviales, entendió su soledad. Sin embargo se quedó perdido en el escote de su acompañante, un tierna mujer. Ella le había despertado su apetencia sexual. Especuló en una artimaña para captar su atención pero rápidamente desecho esa posibilidad y sólo se limitó a pedir fuego. Miró el reloj 2015, tenía que ir a ver a Laura, Una rubia poco interesante que había conocido en el trabajo. Ambos sabían que los unía el encierro. La llamó y canceló la cita, la conversación duró lo que duran reproches de dos que no se importan un carajo. Siguió observando a los presentes, en el fondo una pareja que se besaba como la primera vez. Los imaginó teniendo sexo, ella montando sobre él. Le gustó lo que pensaba y caviló esa idea como un buen comienzo. Sin amor ni sexo no hay novela, murmuró. Quedó contemplando ese beso con algo de melancolía. Volvió a su primer beso, y ya no recordaba si era Muriel o Magdalena, a las dos le confesó que era su primer beso y ahora no sabia cual era el suyo. Que importa, dijo. Prendió otro cigarrillo. Lo disfrutó mientras intentaba madurar alguna historia que moría antes de nacer, rápidamente chocaba con el tedioso trabajo de caracterizar personajes y desertó otra idea como se desechan las cosas viejas, sin sentido.
Pagó el café y dejó una propina. Se colgó la bufanda con el rancio aroma que se combina entre tabaco y perfume de ayer. Volvió las manos a los bolsillos y se esfumó. Se tropezó con una tapa de cerveza, la pateó hasta la esquina recordando su épocas de potrero, era un participante mediocre pero lo disfrutaba como loco, cada vez que hacia un gol lo gritaba con pasión, pasión que el tiempo fue arrugando pero seguía viva en algún lugar. Siguió su camino a casa esta vez en silencio, quería escuchar al mundo, los ruidos de la cuidad. Bocinas, gritos femeninos y publicidades ambulantes matizaban su andar. Ruido de motores por todos lados, la cuidad nunca para, como el tiempo. El freno de un colectivo lo enloqueció y volvió a sepultar los auriculares, esta vez Piazzolla. Contemplar la cuidad con Piazzolla cantando al oído tiene otro sabor, intenso como el vino, como el primer aliento de la mañana.
Volvió a llamar a Laura, no quería dormir solo. Ella se negó disfrutando el sabor de la venganza.
Sin escalas llegó a su casa, con la ansiedad de un debutante fue hasta su hoja, seguía en blanco y él no traía palabras para convidar.
Volvió a mirar la hora, las agujas marcaban 2215, sintió preso del tiempo y de su cuerpo. Retornó a esa hoja en blanco, el silencio comenzaba a desbordar su cordura. El teléfono sonó y lo hizo volver al mundo, era Laura. Estaba camino a su casa. Llegó con un merlot de alguna bodega francesa, cenaron en silenció y bebieron sin pausa. Hicieron el amor con la intensidad de ese beso contemplado en el café, se abrazaron para espantar una vez mas la soledad, durmieron frente a frente sintiendo sus respiraciones escuchando como el aire entraba y salía siguiendo todas las leyes de la mecánica. Se sintieron abrigados y durmieron. Soñaron. Ella con él, él con la mujer del café.
Cuando se levantó ella ya no estaba allí. Fue hasta a la mesa y el papel había cambiado, ella había escrito algunas palabras antes de marchar. “ tu hoja ya tiene palabras, no tiene tu pluma pero tiene tu marca, en mi.” Esa palabras le arrancaron una sonrisa y esa sonrisa algunas ideas que el tiempo supo madurar.

El secreto de tus ojos

Ella estaba ahí. Brillante, como sus zapatos de charol. Negros. En esa época zapatos de charol negro calzaban cada pie de cada mujer. Ella siempre estaba con sus amigas jugando algún juego que ya olvide o que no quiero resonar. Y aunque no lo recuerde hoy, yo la recuerdo con la mirada perdida. Soñaba que me buscaba a mi.
Inventaba siempre una excusa para acércame, pateaba la pelota a sus pies. me sentaba cerca. Caminaba siete cuadras de mas para ir por el mismo camino. Cuando iba al quiosco yo la seguía con la misma intensidad que seguía en las alturas el barrilete de river que papá remontaba casi hasta las nubes. Así me perdía en su cara. Con una estupidez que sepulté y que hoy extraño como el olor del primer hogar.

Cada día durante algunos años me decidía a buscarla pero mi cobardía me acobardaba.
Pero ese día ella estaba ahí. Con los mimos zapatos de charol. con su guardapolvo celeste en tablas y medias blancas que se perdían con los vuelos de aquel delantal espacial. Bordado a mano en su costado izquierdo estaba su nombre. Lucila. Yo le decía luz y a ella no le gustaba. Discutir en esos tiempos era lo mas cerca que se podía estar. Disfrutaba cada confrontación como disfrutaría otras tantas cosas que no tienen lugar aquí. Dos colitas con cinta roja para combinaban el bordado. Yo la cargaba con eso también. Decía que era de San Lorenzo y ella no entendía nada. los años me explicaron el porque, ya que en aquel tiempo era inentendible.
Ese día ella estaba ahí como esperando, o al menos eso especulé para animarme a decirle lo bien que se sentía estar cerca.
Y encaré con la misma convicción de un centroforward, sin mirar a los costados. Cada paso el bobo relinchaba como esos potros sin rendir pero ni los cordones desatados me lo iban a impedir. De fondo escuchaba las voces de mis amigos que reían y me alentaban. Ahí estaba yo, ahí estaba ella. Posé mis zapatos marrones desgatados enfrente de de sus charoles que brillaban reflejando rayos de sol. Los zapatos enfrentados y los rostros también, colmados de una inocencia que el tiempo iría arruinando. Ella convidó una sonrisa y mis piernas quisieron bailar. Maldecía mi audacia mientras mi estupidez mostraba sus dientes.
El silencio invadió completo. Y en el momento que una palabra venía en camino me sorprendió el sonido del recreo. Lo que es peor aún, el final de recreo. El silencio cedió ante el abucheo de todo el jardín. las salitas de cinco y cuatro, coreaban en un canto clásico cada vez que el maldito recreo nos mandaba donde nadie quería ir. Ella siguió a sus amiga y yo quedé ahí. Solo. Con tanto que decir. El recreo tiene esa capacidad conductista de arruinar todo. Como tantas otras veces arruinó nuestros partidos de fútbol. Nuestro comercio de figuritas y nuestra ropa que se revolcaba por ese patio inmenso que a veces me atormentaba.
Perdí la cuenta de la veces que intenté hacerle recordar ese momento, pero ella nunca se acuerda. El destino nos juntó y nos mandó a vivir bajo el mismo techo, a veces fantaseo que hubiese sido de mi sin ella y ella me confesó otras tantas que quiso marcharse.
El tiempo pasó. Algunas tormentas nos desbastaron pero ahí seguimos atrincherados, construyendo y destruyendo, siempre amarrados a lo único que sigue y seguirá estando con su misma esencia. La mirada. La mirada parace ser lo único que no cede al tiempo que sigue tan saludable como ayer. Esa mirada que nos sigue mirando y que nos sigue eligiendo aunque a veces quisiéramos huir.

lunes, 12 de octubre de 2009

Los paranoicos


19 hs. Día de calor. Sergio con los nervios de la primera vez, sentado en un sillón. Sillón de espera.

1901 hs. Sale del consultorio una señora entrada en años pero que conservaba su elegancia en finos ropajes lo miró con una cálida sonrisa.

- Sergio.

- Si. Dijo deseando ser otro.

- Pase.

El silencio comenzó a tornarse incomodo como una piedra en el zapato en una corrida para no perder el ultimo bondi del día.

- bueno dígame que lo trae hasta acá. Dijo ella acomodando su cuerpo en una exuberante butaca, al tiempo que cruzaban todas sus extremidades.

- Sospechas!

- ¿sospechas?

- Si… sospechas. Sospechas.

- ¿Qué sospecha?.

- Alguien me sigue por todos lados.

- ¿ Quién cree Ud que lo sigue?

- Nadie. Obvio. Rasgos paranoicos. Ya se que nadie me sigue, pero siento que alguien me sigue.

- ¿ No le parece algo contradictorio?

- Si. Muy. Por eso mis sospechas.

- ¿Y qué sospecha?

- Que esto es un cuento. Y el muy forro me hizo paranoico. El que escribe. Soy uno de sus personajes. El paranoico, ¿me entiende?. Incluso tengo las sospechas que el cuento del que le hablo se llama “los paranoicos”.

- Bien. Entonces sospecha que es parte de un cuento y que por eso siente que lo siguen pero no lo siguen; porque Ud dió cuanta que es el personaje “paranoico”.

- ¿Ud me esta escuchando? Repite lo que le estoy diciendo. Si esto es un cuento. Todavía no estoy seguro. Son sospechas.

- Interesante….

- ¿Interesante? ¿Qué le parece interesante? Me parece sumamente trágico.

- Bueno, lo trágico no excluye lo interesante. ¿ No le parece?

- Por supuesto. Salvo que en esa tragedia yo sea el involucrado, ¿No le parece?

- Me parece…

- ¿ Qué le parece?

- me parece a un cuento que leí hace unos años, similar a esta escena.

- Encima el forrito este es un plagiador. Y si lo denunciamos. Quizás así podamos liberarnos y vivir libremente.

- Yo estoy bastante bien con lo que tocó. Aparte si se entera antes que hagamos la denuncia se va a poner jodido, ¿no cree?

- Si creo. Lo que creo también es que Ud debería dejar de hablar abiertamente, porque seguro que él esta leyendo o escribiendo, lo que sería mucho peor. Capaz que el forro este nos esta haciendo una cama. Nos hace pensar que podemos liberarnos de él mientras se caga risa con un pucho en la mano y tomando un café. Que hijo de puta.

- Es posible. En caso contrario creo que Ud no es muy solidario consigo mismo. Tengo una idea.

- Vamos diga. Diga!. Antes que este mediocre escritor acabe con nosotros trágicamente.

- Esta bien escuche. Lo diré una vez. No se habla mas. Ahora nos vamos a comunicar por medio de cartas, de esta manera ganamos tiempo, privacidad hasta buscar la forma de desprendernos de este tipo. ¿Le parece?

- Me parece Doctora. Mi dirección no la se, pero deje la carta en su buzón yo la retiro y al tiro le contestare, ¿le parece?.. (al tiro le contestare... que hijo de p.....=

- Me parece Sergio. Entonces hasta entonces.

- Hasta entonces

Sergio

Sr. Han pasado 24hs y no he podido pegar un ojo. Creo que Ud estaba en lo cierto con esto del cuento. Encontré esa ficción del cual le conté y la conversación que tuvimos esta literalmente igual. Lo cual me ha preocupado, porque lo que estoy escribiendo también esta escrito. Pero no puedo escribir otra cosa. No se si es porque creo que Ud debería saberlo o porque el mediocre ya lo trazó.

Le propongo seguir con esta tendencia al menos hasta llegar a cuatro cartas cada uno.

PD: en el cuento hay solo tres.

Cordialmente

Dra. Alano.

Dra. Alano

Que cagada, para que me dice lo del cuento. Ahora lo quiero leer. No me diga que esto también esta literalmente, porque me muero del miedo. El muy forro... ¿Sabe lo que me hizo anoche? Tenia una cita con una preciosura de mi edificio y nada. Me entiende.Nada. No hubo fármaco para levantar mi sexualidad. ¿Que necesidad no? ni un poco de placer. Encima cuando estaba por decir la frase celebre “es la primera vez que me pasa” me salió un “no te preocupes me pasa siempre”.

Entiende la gravedad de la situación, sobre todo si esto es cierto. Porque la novela empezó recién, no se de mis experiencias sexuales de antaño. Me habrá hecho impotente el sorete.

Que hacemos con esto Dra. Porque la verdad estos zapatos no me gustan nada. Paranoico. Impotente y perdón por mi honestidad brutal pero también cargo con unas hemorroides violentas. Capaz que esto de denunciarlo es peor. Mejor le mandamos aún carta al escritor pidiéndole que nos de un poco de alegrías. Al menos yo. No se Ud.

Saludos Torda.

Sergio.

P/d: Ud no tendrá alguna pastillita…. Digo...

Sergio

Mis alegrías son menos que las suyas. Pero no podría decirlo abiertamente. No porque no quiera es lo que dice el cuento. Sobre la carta me parece buena idea. Nos juntamos mañana en mi consultorio para ultimar detalles sobre la misma. Ahora me pregunto ¿Cómo carajo le hacemos llegar la carta?

Saludos cordiales

Dra. Alano.

Dra. Alano

Creo que eso no será problema. Quizás él está esperando ese momento. O lo que es peor ya lo tiene escrito. Que manera de sufrir con este forro. Encima esta hemorroides me están matando. No puedo comer picante, y ud no se la una idea lo que le estoy entrando al chipotle. No crea que no me avergüenzo de esto, pero Ud sabe. El escribe.

Para evitar futuros pavores, no diré mas nada. (como si pudiera).

Nos encontramos mañana.

Adiós.

Sergio.

Al otro día

Él ya no esperaba sentado sino haciendo círculos en la sala. Y ella ya no mostró sonrisa alguna sino una cara de dos días sin dormir y la pintura corrida.

- Pase Sergio así terminamos con esto.

- Y si no suicidamos y le cagamos el cuento.

- ¿Ud piensa qué podríamos hacer eso? Se olvida que él manda.

- Es verdad.

- Empecemos a escribir la carta y después vemos

- Esta bien empecemos. Escriba Ud

- Esta bien


Carta al escritor

Mi querido creador, no refutamos su poder y manipulación sobre nosotros. Lo único que pedimos es que sea un poco mas caritativo. Al menos con Sergio o con las hemorroides de él. O en su defecto sacar de nuestro discurso la posibilidad de que esto sea un cuento. Entenderá que es súmamente traumático. Todos mis pacientes me han abandonado acusándome de paranoica. ¿Le parece?. No ponemos en disputa sus capacidades y lo que ud haga con sus letras y de donde las saca, si es un plagio o no. No nos interesa, en la medida en que Ud no quiere que nos interese. ¿Me sigue?

Tome esto como una solicitud de sus queridos personajes.

Con todos los protocolares saludos y esperando el mas fecundo éxito de su cuento.

Sus personajes

P/d: una cosa mas autor, me diría mi nombre de pila. Porque mi apellido es fuente de innumerables burlas por parte de mis colegas. ¿ cómo me llamo?

Sergio y Dra. alano.


Mis queridos personajes.

Primeramente, Dra. Alano no tengo idea su nombre de pila. Y las hemorroides de Sergio son culpa del picante mexicano, no mía.

Entiendo su descontento con mis caracterizaciones pero debo confesar un poco con la cola entre las patas que tampoco soy yo el máximo responsable de esto.

Al parecer yo que escribo a ustedes no soy mas que un personaje de otro que escribe, del cual no tengo ningún dato. Al cual no he podido escribir una sola línea.

Y para que no sientan mal con sus dotes para la vida puedo garantizar que mis aristas al menos las que se harán públicas son mucho peores que las suyas.

Soy un escritor de medio pelo que nunca puede terminar sus escritos y termino todos los días en el bar de la desilusión con varias copas de mas y con un aliento insostenible acompañado siempre por mi inseparable soledad.

Lo único que puedo hacer por Ustedes es esperarlos el Domingo próximo en el bar para buscar al verdadero responsable de esta blasfemia literaria y encontrar una solución para todos.

Cordialmente

El escritor ( plagiador)