sábado, 16 de enero de 2010

La tapa del inodoro

No tardó mucho en promulgarse la ley. Fue un trámite. La muerte de Ricardo López en el baño de Doña Mercedes así lo quiso. No quiero decir que el baño haya querido, dudo ferozmente de tal posibilidad, en especial por la función que un baño tiene: satisfacción. Me refiero a lo acontecido en el baño, una noche de frió invierno que concluyó con la muerte del viejo López.

En un intento de evitar orinar la tapa del inodoro de Doña Mercedita, el viejo trastabillo dando su cabeza contra una sopapa mal ubicada produciendo la muerte en el acto.

Ricky era manco y también le faltaba una mano, con lo cual orinar en baños ajenos era una ardua tarea. Cuando entró al baño con el apuro que produce ingerir seis botellas de cerveza, supo que no sería fácil, la tapa de inodoro era de esas que no quedan paradas.
Esas que comienzan a caer cada vez que uno las levanta. No había tiempo para pensar, había que definir la situación rápidamente.
Entre el apuro y el insumo de alcohol, Ricardo, levantó su pierna derecha a la altura de la mochila del baño a fin de mantener la tapa arriba mientras que con su única mano intentaba orinar por debajo de la pierna levantada, se le escapó una sonrisa de la imagen que le devolvía un espejo a su costado derecho. Todo aprecia placentero, pero después de 45 minutos en esa posición, comenzó a perder equilibrio cayendo contra una sopapa que acabo con su vida.

Este hecho produjo la irritación de la “Asociación contra las tapas de inodoro que no se quedan levantadas”, días después de lo ocurrido un grupo de ellos se manifestó frente a las autoridades al canto de “Tapas corredizas… tapas corredizas….”.
A los pocos minutos se unieron asociaciones feministas hartas de ser victimas de tapas de inodoros salpicadas.

Rápidamente en una asamblea que duró pocos minutos, se concluyó la siguiente ley.

Ley Nº: 5263: Tapas de inodoro.
Artículo 1: Se prohíbe vender inodoros con tapas que no se queden paradas contra l mochila del baño”.

Artículo 2: Se prohíbe seguir vendiendo inodoros que no cumplan con el Artículo 1.

Artículo 3: Es obligación de la siguiente ley leer los Artículos 1 y 2. De ser posible en ese orden.

Artículo 4: En construcción.


Al mismo tiempo, las autoridades prepararon algunas recomendaciones para evitar problemas hasta que la ley entrara en vigencia.

La municipalidad de la cuidad, recomienda algunos ítems a tener en cuenta a fin e evitar cualquier inconveniente en el baño.

1. Evite orinar si su miembro padece una erección. Cúrela.
2. En caso de sufrir de parkinson, utilice su mano más afectada y goce plenamente.
3. Si usted no cuenta con ningún brazo, siéntese. Es altamente recomendable, también lo es en la primera orina de la mañana, siéntese. Meé sentado es genial.
4. evite, en lo posible, jugar con el chorro de orina, sorteé hacer esos “ta-te.ti” imaginarios por todo el inodoro.
5. Si esta bajo los efectos del alcohol, evada dormirse antes de orinar especialmente si se encuentra en la casa de su amante, como le paso al viejo López
6. No sacuda su miembro violentamente, y evada hacerlo más de tres veces. Sabemos lo que sucede.


Al parecer y según cifras de auditorias privadas, el baño es uno de los máximos responsables en los problemas de pareja.

Según el I.N.E.A.B. (Instituto Nacional de Estadísticas de Accidentes en el Baño), el 85% de parejas llegan a su fin por dos problemas relacionados con el inodoro del baño: 1: Salpicar la tapa. 2: No tirar la cadena después de hacer pis.

viernes, 15 de enero de 2010

La soledad de los arqueros

No hay peor soledad que la de un arquero. Quién podría dudar. Es tan cruel que sus propios compañeros intentan estar lo más lejos posible de él.

Algunos acontecimientos llevaron a la FIFA a buscar soluciones a las necesidad de darles compañía a los pobres guardametas que se pasan los 90 minutos en la más pura soledad.
Sin ir mas lejos es el único jugador que tiene la camiseta distinta a sus compañeros y salvo contadas excepciones, nadie les convida un abrazo cuando hay festejo de gol.

El guardameta y filosofo del Deportivo Tequila lo dejo más que claro “Para ser un buen portero hay que ser esquizofrénico”. Disparó en una rueda de prensa el día que anuncio su retiro. Según trascendió veía gente.

Ya a mediados de los años 80, algunos arqueros confesaban las secuelas psíquicas de tanta soledad. Algunos de ellos llegaron a perder el habla.
Hugo Humberto Galmarin después de años de diván confesó “Nunca quise ser arquero pero fue mi destino” al tiempo que sus ojos se arrastraron algo tímidos hasta su manos. Eran tan grandes que no entraban en ningún bolsillo.
“Manos transgénicas”, se burlaban los intelectuales de la barrabrava leprosa cada vez que se enfrentaban en el clásico rosarino.

Comenzaba la década del 90 y la FIFA tomó una medida, arrinconando aún más a los porteros a la más pura de las soledades. Los burgueses con el fin de darle dinamismo al juego, prohibieron a los goleros tomar la pelota con la mano cuando era un pase de algún compañero.
Sin embargo, la poca claridad de la ley y la falta de lectura tuvo interpretaciones disímiles.
El caso más controversial se dio en la liga de “E”, del fútbol argentino. Entendieron que el aquero ya no podía usar más las manos, algunas esposas pusieron el grito en el cielo y en las emisoras radiales, quejándose que sus maridos (arqueros) ya no lavaban ni los platos. Terminó transformándose en el año con mejor promedio de gol de la historia del fútbol mundial. 18 goles por partido. Rápidamente esto llamó la atención de los oportunistas del viejo continente, ocasionando el mayor éxodo de delanteros a Europa. Los resultados fueron lamentables, especialmente cuando éstos vieron que los arqueros usaban las manos.
Rogelio Díaz había anotado 146 goles en 28 partidos, sus numero no fueron los mismos cuando por la cifra record de 5 pelotas y dos conos fue transferido a la Roma de Italia, Allí anotó 1 gol en 300 partidos.
Otros países de África como: Ghana y Costa de Marfil, directamente eliminaron los arqueros y posteriormente los arcos, dándole nacimiento a lo que años más tarde llamaríamos: “la mariadita”.
Este atropello no hizo más que alejar a los arqueros de sus compañeros. Luís Garito, volante central del Deportivo Armenio confesó entre copas desconocer el nombre de su guardapalos.

“No les alcanza con darnos camisetas ridículas y distintas a nuestros camaradas de equipo”. Decía un pasaje del comunicado de prensa emitido por el gremio de porteros en soledad, después del suicidio de Juan Perota, guardameta del Chievo Verona.

Corría el año 1994, luego de la copa del mundo disputada en los EE.UU. algunos acontecimientos comenzaron a marcar un antes y un después en el rol de los guardavallas.
El primer episodio que despertó la atención de los especialistas, tuvo lugar el 15 de noviembre. Deportivo Luz del sur disputaba el clásico barrial frente a Deportivo Apagón. Se jugaba allí, mucho más que un campeonato, era el honor, la tranquilidad de seis meses. El que perdía era sometido a una tortura china.
Promediaba el segundo suplementario, se habían disputado más de 100 minutos de un paupérrimo nivel de juego, y era cantado que se definiría en el punto del penal. Pero esto no fue así, en un acto de extrema melancolía el Gallego Rivera, arquero del Deportivo Apagón, corrió los 105 metros que lo separaban de su colega en tiempo record. 7.56 segundos. Batiendo así, la marca de los 100 metros llanos. Cuando llegó se le tiró encima en un abrazo colosal. Estimaba más aquel desconocido que a sus compañeros de equipo.

- ¿Qué haces? Murmuró Del Río, algo sorprendido.
- Nada... sólo quería ahuyentar la soledad. Confesó entre sollozos.

Pese al acto de extrema emotividad y naturalidad, los hinchas del Apagón no lo tomaron con mucha gracia, fundamentalmente porque durante ese lapso de tiempo, El Deportivo Luz del Sur concretó el gol de la victoria.
La crueldad los llevó a la indiferencia total, al punto que el Gallego pensaba haber perdido su capacidad de oír. Nadie le hablaba.

Sin embargo, éste acto vanguardista fue tomando como un caso de inflexión sobre sus colegas que, emprendieron diferentes actos para soportar la soledad. Algunos llevaban libros y leían al punto que varios de ellos se doctoraron en leyes y medicina. Otros llevaban rompecabezas y juegos de ingenios, los más locos llevaban sus amigos imaginarios, intentando de alguna manera alivianar tanto aislamiento.
Algunos no pudieron escapar a las peores consecuencias, perdiendo el habla totalmente.

El último gran artillero de los diablos de avellaneda se enredó en un acto de altruismo que le costó su carrera deportiva. Le daba mucha pena ver a los arqueros en soledad y corría de un arco al otro durante los 90 minutos, convidándoles algún mate, alguna anécdota o un simple abrazo.

Poco a poco el gremio fue ganando poder y obligó a la FIFA a cambiar la estructura del fútbol, pasando de un arquero por equipo a dos. Esto trajo varios inconvenientes, los jueces de línea dudaban de levantar la bandera ante un eminente off side. Bajó el promedio de gol violentamente. La medida fu rápidamente disuelta.

Aunque los especialistas siguen trabajando arduamente para solucionar este problema, los arqueros siguen defendiendo los arcos padeciendo la peor de las soledades.

martes, 5 de enero de 2010

La última carta del cartero Soler

Fue un 14 de Marzo. El año no lo sé, algunos hablan de 1998, otros no saben y no contestan.
Fue un 14 del mes tercero cuando Rodrigo Soler colgó la chaqueta. Una camisa azul marino con vivos blanco y enormes botones que en fila llegaban hasta la cintura.
Colgó la chaqueta de cartero de la misma manera que un boxeador cuelga los guantes o un futbolista sus botines.

El oficio de cartero tenía los días contados. Salvo contadas excepciones, ya nadie escribía cartas.
Llegó con el semblante agotado, como si viniera de una guerra. Entró silencioso como la noche, como una flor. Sacó su chaqueta por última vez y la colgó en el perchero de madera, regalo de su abuelo.
Se sentó con sus brazos apoyados en sus rodillas mientras jugaba a volver al pasado con algunos recuerdos. Rompecabezas. Los recuerdos suelen ser rompecabezas imposibles.
Recordó su última carta. La última vez que llevó una carta a domicilio en su bicicleta.

La última carta Rodrigo la llevó hasta la casa de Don Enrique, un viejo que jugaba al ajedrez por correspondencia. La amistad que los unía los acarreó a abrir el sobre juntos, el viejo siempre invitaba a Rodrigo cuando le llegaba una jugada, para mostrarle. Rodrigo nunca se quedaba, pero ese día se quedó, fue imposible decirle que no, el viejo salió con una sonrisa y una nueva invitación. “Tengo el tablero listo”. Dijo, sin abandonar su reír. Rodrigo no supo decir que no.

La carta decía.

Mi querido Enrique acá va mi jugada: “T E 7 ++”.-

Soler no entendía nada. Usualmente no entendía nada. El viejo le explicó lo que significaba las letras y los numeros. Intentó mostrarle la jugada en el tablero.


- Y las cruces qué significan. Preguntó expectante con los ojos bien abiertos.
- Jaque mate. Balbuceó el viejo. Sorprendido, estaba convencido que el mate estaría de su lado.



El viejo Enrique quiso mostrarle la partida completa. Guardaba todas las jugadas, eran 200 cartas por lado. La partida había tardado 3 años. Rodrigo se excusó elegantemente y se marchó.
Antes de irse preguntó.

- ¿Por qué no jugás en vivo?
- Porque necesito tiempo. Respondió mientras acomodaba las piezas.
- Seguro no querés qué te muestre.
- Otro día. Alegó.

Probablemente de haber sabido que sería la última carta no sólo se hubiese quedado sino que también lo habría arengado para que siga jugando.
Poco habría importado, el viejo dejó el ajedrez después de ese partido y se dedicó a las damas. A las damas casadas. Don Enrique se encontró de casualidad con la lectura de “Don Juan” y de aquel momento se propuso conquistar a todas las mujeres. Los resultados fueron nefastos, mientras intentaba subir al balcón de su una enamorada perdió el equilibrio y cayó. Esa fue su última aventura.

Abatido por el fin de las cartas escrita de puño y letra que acabaron con su oficio, Rodrigo comenzó a realizar todo tipo de maldades sin perder su pasión por llevar cartas, sólo que ahora las cartas eran escritas por él y su única intención era la perversidad.
Inventaba infidelidades, citas a ciegas para uno, muertes y falsas esperanzas a toda la comunidad ocasionando estragos de todo tipo, sin embargó nunca pudo sanear la tristeza que le producía haber entregado la última carta.
Los días de cartero ya se habían contado y ya sin excepciones nadie escribía cartas.

lunes, 4 de enero de 2010

Sueño (Su)Real.

Salvo algunos restos diurnos, no he podido precisar los acontecimientos que precedieron aquel primer sueño.
A decir verdad, ni siquiera tengo certeza que aquel, haya sido el primero. Poca importancia tiene ahora.
Lo cierto, ese sueño abrió la puerta para este relato que relato.
Relato que relato por razones que el lector desconocerá. Salvaje arbitrio. A los fines, éstas tienen menos importancia que aquellas.

El sueño me presentaba restos del día: mi casa. La escena tenia tintes surrealistas. Sentado, hipnotizado por el ventanal que da a la calle. Esa ventana jugaba a ser un proyector de cine capturando mi atención ferozmente.
Sonaba un tango de Piazzolla. Mentira, esta parte la invente para darle más textura. Creo que estaba silencioso, pero de tanto pensar en ese tango, ahora lo recuerdo con música, esa mentira se disfrazó de verdad. Sonaba un tango de Piazzolla.
La trama era extraña, a penas algunos memorias de gente que pasaba por ese ventanal viviendo toda su vida. Nacían en un extremo de la ventana y morían en el otro. Algunos pasaban en silencio sin penas ni glorias, otros se amarraban a la ventana y me imploraban que agrande la ventana.
Había algunos que pasaban alegres, contando historias, silbando melodías que jamás se escucharon. Que jamás escuche.

La trama dejo de ser extraña para ser inverosímil. Todo empezó con ella, y confieso sin pudor: todo termina en ella.
Ella pasó por la ventana con una sonrisa que parecía una luna, una media luna. Me miró, yo pienso que me miró, quizá sólo miraba la cámara, pero cuando miró, enloquecí.
Aquí viene el surrealismo: Yo estaba en un sueño con total conciencia que era un sueño y al mismo tiempo tenia un control sobre aquel, podía elegir, moverse, incluso pensar, cuando ella me miró salté el ventanal con la misma furia que un toro en la arena.

Ella comenzó a correr por calles que yo había corrido en mi infancia, mientras mas rápido la corría más rápido se alejaba. Y se fue. Su silueta comenzó a desdibujarse, cada vez más pequeña hasta hacerse invisible.
Desperté. Extraño. Melancólico. Raro. Raro es lo único que carece de raro. Todo es raro. Desperté con el bobo galopando. Sádico.
Algo más surrealista fue tener la facultad de volver a soñarla. Cada noche. Juntos. Después de aquel primer sueño, siempre juntos. Aún hoy, no comprendo cómo era posible.

Comencé a vivir en un sueño. Literal. Así. Literal: vivía en un sueño, la vida en vigilia a penas me interesaba.

Lo más increíble de la historia, era la dificultad de hablar de historia en singular, eran historias. En cada sueño me desayunaba con otra historia. Cambiaban los paisajes, las ciudades.
A veces éramos jóvenes llenos de sueños, otras éramos viejos arrugados de tanto reír.
Ella tenía muchos nombres: Clara, Laura, Rosario, casi siempre la llamaba Lara.
Todos los días los sueños venían con elementos nuevos, disímiles, salvo nuestra historia de amor. Siempre era la misma. Qué sentido tendría contar una no historia de amor. Ésta es una.
Éramos siempre los dos, viviendo todas las vidas. Inmortales.