lunes, 31 de mayo de 2010

Julián Gómez, el gran arbitro.

Hay pocos oficios como el arbitraje, y pocos árbitros como Julián Gómez. Un tipo solitario que había encontrado en la conducción legal de fútbol; su pasión.

No era como otros árbitros que habían frustrado su fantasía de futbolistas y se conformaban con estar cerca de los jugadores. Como el viejo Armando Lillia, un tipo que era tan fanático del juego, que sólo dirigía para estar en el campo de juego. Tanto era así que, cuando se brotaba, pedía eufóricamente que le pasen el balón y pobre de aquel no obedecía. Era sometido a las peores sanciones. Tarjeta roja y meses sin pisar el campo de juego, o salía a divulgar de forma amarillista comentarios de los jugadores y de sus esposas.

Pero Julián Gómez no, este era fanático del arbitraje, y sólo miraba fútbol para ver dirigir. Conocía a todos los árbitros del mundo y de la historia del fútbol, era una enciclopedia, un obsesivo.

Julián dirigió su último partido el mismo día que la muerte vino a buscar. Nada había impedido que el viejo de 93 años, siga dirigiendo.
Cuando tuvo edad de retirarse mandó una carta suplicando que si no dirigía, moría, y gracias a eso y al afecto de los jugadores siguió conduciendo. Incluso cuando ya no podía ni ver, los jugadores no cometían falta alguna para no ridiculizar al hombre de negro.

El tipo ponía el cuerpo, siempre. La primera pierna la puso en la guerra mundial y allí la dejó. La segunda no recuerda bien, lo que confirma que fue después que su alzheimer avanzara al punto que, cuando pitaba una falta, había olvidado que había sancionado y para que equipo era. Eso tampoco lo abatató. Empezó a dirigir en silla de ruedas.
Más allá de su pasión y su afán por el arbitraje, Gómez era un arbitro de medio pelo, algunos dicen que era ciego, otros miope, la mayoría afirma que era localista..

A los 80, tuvo que dejar el silbato, no podía pitar más, sus pulmones no lo acompañaban, a veces se quedaban en la casa o salían sin su permiso.
Cuando parecía llegar el ocaso del viejo Julián, apreció al Sábado siguiente mostrando su nueva gambeta al destino, le puso una bocina a la silla de ruedas, que había robado a su nieto de tres años y suplantó el silbato por la bocina. Al principio generó algún altercado entre los jugadores que no se acostumbraban al nuevo sonido, pero el tiempo lo solucionó.

El último partido que dirigió el viejo Gómez fue entre: Atlético Villa Dolmen Vs. Deportivo Panqueques juniors. El viejo había decido dejar el arbitraje. Ya era de demasiado; silla de rueda, bocina para pitar, un largavista porque ya dirigía desde el circulo central y no veía nada. Para completarla un traductor, al parecer el viejo Gómez era chino y no hablaba español.

Fue la primera vez que en el barrio se coreó por el arbitro… “Gómez olé olé olé Gómez”… No se sabe bien si murió porque dejó el fútbol o de la emoción de ese aliento siempre distante e hiriente. Lo cierto es que el viejo Gómez murió aquel día entre llanto y felicidad.

jueves, 6 de mayo de 2010

El viento

Yo no sé si es verdad, pero yo le creo y con eso basta. Basta y sobra. Me lo dijo el abuelo, que me importa la que diga la ciencia o los eruditos del conocimiento, no me importa, yo le creo a mi abuelo y con eso basta o no? Sí, basta y sobra.

Lo que pasa que nadie le cree al abuelo, todos dicen que está loco y que no puede asimilar la realidad, entonces, inventa historias cada vez que le preguntan, siempre tiene alguna explicación rara, que nadie comparte y yo no sé si serán verdades, que me importa, son tan hermosas que yo le creo aunque no le crea.

El tema esta vez, fue el viento. Cómo nació el viento, fue una pregunta que largó mi hermana, para evitar que se hable del colegio, porque había repetido por segunda vez y la conversación iba directo a esa dirección.

Por qué existe el viento, preguntó, y yo sabía que a ella no le importaba, y la verdad que hasta que escuché al nono, a mi tampoco, al nono no sé, al nono no lo sé.
Pero cómo si estuviera esperando desde siempre responder esa pregunta, se arremangó las manos, prendió un pucho negro, de esos que ahora los quiosqueros casi no venden, y lo prendió con una pitada larga que quemó la mitad del cigarrillo.
Dejó entrever una pequeña sonrisa mientras miraba a cada uno de la mesa para prohibirles la palabra, iba a decir algo el nono!!
De a poco como un efecto domino, todos iban cediendo al silencio, aunque a nadie le importara lo que vaya a decir.

Se arremangó las manos, nuevamente, tomó un trago de whisky y habló. Dijo lo que dijo.
Algunos rieron, otros se quedaron paralíticos por lo que decía, mi hermana no sé que cara puso, no alcance a verla, yo me quedé sorprendido y encantado.

Saben lo que dicen del viento, dijo, éstos que creen saber y quieren explicar el mundo, éstos dicen, que el viento es un movimiento del aire, que se produce naturalmente., dicen: fenómeno meteorológico, y el viejo largo una carcajada irónica, nadie más rió, algunos compartieron esa teoría, el abuelo siguió; siempre que no saben que decir se apoyan en: “fenómenos naturales y religiosos” y querida nieta te voy a decir como nació el viento, porque aunque no lo viví, el abuelo de tu abuelo lo contó y yo le creí, y por eso te lo cuento a ti, espero que me creas y le cuentes a tu nieto que tu abuelo, por medio de su abuelo, sabe como nació del viento.
Tomó aire, pitó fuerte de nuevo y siguió.

No se sabe el nombre o mi abuelo no me lo quiso decir, no tiene mucha importancia saberlo , sino lo que ese nombre hizo, y fue sufrir, el viento nació el día que la primer hombre sufrió de amor, y en un eterno suspiro que duró lo que dura una vida, expulsó el primer aire que empezó a dar vuelta por el mundo, con el tiempo nuevos suspiros se fueron juntando formando distintos viento, el viento es la prueba que existió el amor y que existe.

El viejo terminó el cigarrillo, se levantó despacio y se fue. Se fue suspirando.
Yo no se si es verdad, pero yo le creo y con eso basta. Basta y sobra.