martes, 15 de diciembre de 2009

Pensamientos I

Probablemente descubrí antaño, que el colegio es una especie de ejercito para pequeños. O es lo que pienso ahora. Quién sabe.

Tampoco puedo poner en duda momentos sublimes que pasamos ahí, literalmente sublimes.
Pero sospecho que eso tiene más que ver con momentos de extinguible inocencia que con otras cosas.
En la escuela me enseñaron a reaccionar a ruidos. Ruidos transformados en símbolos. Vacíos. Infernales. Desopilantes.
El timbre del recreo, un mismo sonido que generaba antagónicas sensaciones. la difrencia para salir o entrar al curso era abismal.
como una terminal,tan distinto partir que llegar.

Preso de ese tiempo, de los cuerpos de los adultos, de los que “saben”. Cuando hablaba de momento sublimes siempre estaba en el recreo, o en el mejor de los casos cuando la profesora se ausentaba por algún momento del aula, eso era libertad. Júbilo. Alegría. Eso era libertad. Libertad en estado puro.
El ruido de la tiza también anunciaba malos augurios, copiar. Copiar y copiar.
El silbato del profesor de gimnasia, profesor que más de una vez se perdía en las entrepiernas de alguna compañera mientras a nosotros nos castigaban si manifestábamos gestos de amor.

Yo no estoy seguro cuando descubrí esto, ni siquiera si esto esta descubierto o sigue cubierto.
Desconfió de la veracidad de mis recuerdos, simplemente porque la verdad nunca me ha convencido.
De lo que si estoy convencido es que la escuela inconscientemente nos a cerrado la puerta, o algunas puertas a la libertad. Ha bajado una barrera en jardines con flores que debíamos olfatear.
No nos enseñaron abrir las alas, como hacen algunas aves con sus crías.
A nosotros nos cerraron la cabeza con la fiereza de un puño apretado antes de golpear. Con esa intensidad, con esa fuerza.

Había que aprender a escribir, leer, sumar, restar…. ¿Para qué? Geografía, ciencias naturales. ¿Para qué?
En las clases de literatura obviábamos a Shakespeare, a Soriano, a Fontanarrosa, para perder tiempo en sujeto y predicado.
Nadie nos contaba un cuento.

Ahora, con el tiempo al galope entendí: nadie sabe enseñar lo que uno pretende saber… eso sería básicamente vivir.
Cómo saber semejante encrucijada.
Pero un poco de crudeza, de honestidad brutal. Nadie sabe, se hace lo que se puede con lo que se tiene y punto. ¿ Para qué más?.
Pero No! Empeñados en saludar a la bandara tomando distancia, caminando en fila.

Por suerte la curiosidad de aquellos intensos momentos eran semejantes a la luz del sol. Así conocimos casi sin ayuda lo único que da diversión a éste circo: el amor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente genial! Tmb tengo los mismos vagos recuerdos de la primaria (ah claro! ibamos juntos al mismo grado, je), el sonido del timbre, sensaciones de "stop" cuando sonaba el 1° timbre mientras disfrutabamos del juego entre amigos, la seño gritando:"primero las nenas" cdo sonaba el siguiente timbre y despues pasaban los varones en un ultimo toque"...mi dios! que estupidez, no?! El profe de gym! miron, toquetón y bien HDP! Ahora que lo pienso, qué maldito complot, todos sabian LPM y nadie "nada", y el de musica...ni hablar, que engendro de homosexualidad reprimida.
Qué poco nos enseñaron de la vida...qué poco. Si hubieramos tenido las herramientas mínimas e indispensables para saber afrontar el miedo, la sexualidad, los desafios, las fustraciones, la muerte...qué distinto hubiera sido todo. Pero que verdad la tuya que lo primero que uno aprende de la vida en la escuela es amar, con total inocencia e ingenuidad...x lo menos en aquellos tiempos.

Cada vez mejor Usted Fabri! Mis felicitaciones sinceras. Una sola cosita, sera qmi obcesión x la ortografía, pero corríjala de vez en cuando! Slds!

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
entrelaspalabras dijo...

intentaré mejorar la ortografía, por lo que veo vos también deberías hacerlo!
Saludos!
FA!

P/d: cualquiera de estos relatos o cuentos son ficcionales!
21 de enero de 2010 22:29

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