martes, 15 de diciembre de 2009

El nadador

Nadie puede dudar que Darío Picallazo era un buen nadador, sobre todo en el agua. Aunque algunos aseguran que podía desempeñar, satisfactoriamente, algunos estilos en la arena, siempre y cuando ésta se encuentre a unos diez metros de profundidad, sobre algún tipo de agua.
En lo posible aguas dulces, el agua salada le pateaba el hígado y en palabras del propio Darío: “me picaba… el culo”.

Alguien se atrevió decir que no le gustan las cosas saladas, salvo su mujer. Que ha decir verdad, era más amarga que salada.

Era normal verlo en cualquier estanque desplegando sus capacidades acuáticos. A veces pasaba días si asomar la cabeza en la superficie, substancialmente cuando no estaba en el agua.

Sin embargo, una particularidad comenzó a llamar la atención de sus conocidos.
Nunca nadie le había visto las piernas, salvo su analista que, por secreto profesional no podía develar el misterio.
Se temía que fuera una especie de hombre-pez.

Saúl Priotti dice que una vez lo vio bajo el agua y asegura que tiene cola de pez, como las sirenas.
Nadie está demasiado convencido sobre las palabras de Saúl, no porque fuera un tipo mentiroso. Pero su bastón blanco anticipando materialidad, suele ser un rasgo no vidente, en conclusión se cree que Saúl es ciego. Es más, algunos creen que no ve.

Después de un tiempo su analista descubrió porque iba a su consultorio. Sobre la base que Darío era un tipo psíquicamente sano, al menos del tipo que no necesita pasarse horas en la sala de espera del consultorio psiquiátrico.
A veces se quedaba a dormir allí.
Cuando su Analista, la viejita Norma Clete, lo invitaba a pasar él se rehusaba cabalmente. Ahora todos sospechamos el porque.

La vieja Clete tenia en su sala de espera una pecera. En ella había una esbelta hembra de la especie “Neolamprologus leleupi”.
Darío instantáneamente quedó enamorada de ella.
Su color, sus tetas… no, no! Sus tetas no! Pero se enamoró.

El encargado del edificio señalo, de manera extraoficial, que más de una vez lo había encontrado a los picos con la hembra, pero que nunca puedo ver si tenia cola de pez porque, el encargado, según lo informó el guardia de dicho edificio, también se había enamorada de la ”Neolamprologus leleupi,” y al ver ésta escena abandonó su trabajo cayendo en un pozo depresivo.
Se presupone, el encargado de nombre Carlitos Parra, anda por el pozo depresivo de Almirante Brown y Sarmiento (leer: “carta abierta de la sociedad de depresivos”) y el viejo, ante las orgías que se arman ahí, está más que contento.
Cada tanto le envía alguna que otra mojarrita como muestra de su amor eterno.

Hasta el día de la fecha nadie puede dar con éste interrogante, sobre la verdadera fisonomía de Darío Picallazo. Hijo de Doña Picallazo y el pez espada.

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