domingo, 13 de diciembre de 2009

El escritor ya no escribe

El escritor Alfredo Rolón ha decidido dejar de escribir. A pesar de su prolifera carrera como escritor y dramaturgo, el viejo Rolón ha dejado de escribir. Nadie sabe a ciencia exacta a qué se debe tamaña decisión. Su mujer asegura que no escribe ni la lista para ir al supermercado, es asequible pensar que Alfredo nunca fue hacer las compras.
Al margen de ésto, el viejo dejó las letras, las abandonó.
El primer problema se generó por éste abandono de letras, en un pueblo sin demasiados rodeos policiales, Jacinto Hernández, el comisario intentó meterlo preso por abandono, pero como no ha podido encontrar las letras, no ha podido más que interrogarlo. Alfredo apeló a su inteligencia diciendo que quería un abogado, en el pueblo no hay abogados desde que murió don Martiniano Esposito. En sus 50 de carreras sólo contó con dos casos, uno lo habían inventado para que el viejo no se suicide y el otro no lo recuerdo, quizá ni siquiera hubo otro caso.

Rolón empezó a escribir a la edad de los seis años, como todo el mundo, era un tipo común. En sus propias declaraciones asegura que su primer escrito fue para Rosalía, una compañera del primario que lo tenía loco de amor.
Alfredo era y es un tipo bastante feo, aunque su imagen de tipo intelectual abrigue otras interpretaciones. Objetivamente es feo, duele ver fotos de su primera niñez tanto como duele el viento del sur. Quizá duela un poco más, verlo a él.

Cuando era chico su fealdad era mas prominente que en estos tiempos, tenía una nariz extremadamente grande. Si algún compañero se ponía a su costado era probable que quedé eclipsado por semejante hocico.
También, y esto no fue un acto de la naturaleza, era un poco “bizcocho”. A la edad de cinco años, en una clase de tenis, su entrenador le tiró dos pelotas en direcciones opuestas, un ojo se fue con cada pelotita.
Alfredo siempre ha sabido distribuirse bien, aunque en éste caso en particular los resultados fueron nefastos. Su ojo derecho se hundió contra el margen izquierdo y su ojo derecho como atraído por un imán se pegó sobre la parte derecha.
Él lo niega categóricamente y cambia el hilo de la conversación cada vez que puede, salvo cunado se enreda.
Hace varios años se operó y quedó bastante bien. Para evitar que se hable del asunto quemó todas las fotos que atestiguaron dichos conocimientos. Incluso se dice que contrató investigadores para conseguir fotos que otra gente tenía de su infancia.

A pesar de disimular su fealdad y no querer hablar al respecto, Alfredo sabía y sabe que es un tipo feo. Sabía que habían muchas manera de conquistar el amor de la joven Rosalía, también sabía que su belleza no era la indicada, por eso decididlo escribir.
Ésto tampoco lo convertía en un buen escritor, de hecho era un pésimo escritor en sus comienzos, tan desagradable era escribiendo que cuando Rosalía le mostró la carta a su profesora, la hermosa Anabel Ledesma, el joven Alfredo fue suspendido por diez días de clases. Al parecer había escrito una larga carta con exceso de contenido lujurioso y unos dibujos imposible de representar, pero daban miedo.
Fue precisamente en esos días que comenzó a leer y escribir compulsivamente hasta llegar a ser el dramaturgo mas importante del barrio.
Sin embargo, Alfredo ha decidido, como ya se sabe, dejar las letras. Mañana hará una declaración en la radio sobre las cuestiones que atañan dicha decisión.

Al otro día, dijo en al radio con voz quebrada, se le había caído de las escaleras rompiéndose la primera y segunda cuerda vocal.

“He decido dejar de escribir por una simple razón. Hace días me encontré con un lector asiduo de mis obras. Me cautivó tanto su conocimiento sobre ella que tuve que tomar nota, él sabía más sobre mi obra de lo que yo pueda llegar a saber algún día.
Me ha impactado tanto, como dije, que no he podido más que invitarlo a tomar una copa y conversar vigorosamente, más que invitarlo un trago, nos tomamos nueve whiskys cada uno, imagínense la curda que cargábamos.
Ya habíamos entrado en un clima de confianza digno de decir cualquier tipo de barbaridad sin ánimos de ofender.
Y fue en ese momento que me dijo entre algunas risas de inocencia que mi último trabajo lo había aburrido interminablemente, se había compenetrado tanto para encontrar el interés del libro que permaneció días y días si para de leer perdiendo así su trabajo, lo dejó su mujer y contrajo una terribles hemorroides.
Ante tales palabras he quedado atónito, no he podido seguir escribiendo y es más que probable que no lo vuelva hacer, la razón como dije es muy simple.
No he podido soportar la ida de aburrir a un lector, es algo imperdonable, tan imperdonable como no disfrutar del culo de pampita.
Por estos motivos, he decidido dejar los escritos que me han visto andar, para dedicarme de forma intensa a no hacer nada. Me dedicaré a leer a tipos que no aburran y aprovecharme del óseo el mayor tiempo que sea posible”.

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