sábado, 2 de octubre de 2010

Las aventuras del detective John John González: Capítulo1: La amante.

El silencio comenzó a invadir por completo la oficina de John John. Salvo el reloj, el tic tac parecía dispararle justo en la cien. Ese ruido tan olvidado y postergado por los sonidos de la urbe, venia a vengarse violentamente: Tic tac, tic tac, tic tac.
Doble John (como le decían algunos), tomó el reloj que conservaba desde años y lo arrojó contra una de las paredes. Cayó en varios pedazos haciendo del silencio, algo sublime.
El silencio era intenso y tenso, violento y lento…
El detective prendió un cigarro mientras se apoyaba contra la ventana para recuperar el equilibrio. lo había perdido desde aquella llamada. Desde aquel momento sus demonios no dejaban de gritarle al odio: “Boludo, en que cagada te metiste, boludo”. (Nadie sabe a ciencia cierta si sus demonios le gritaban, años mas tarde sostuvo que oía voces todo el tiempo).

- Qué pasó jefe. Preguntó Pedro, algo preocupado.
- Malas noticias, malas noticias. Repetía Gonzáles mientras fijaba su mirada en el culo de una bella mujer que pasaba por allí.

5 MINUTOS ANTES!

Riiiiiiiiiing, riiiiiiiiiiiiiiing.

- Detective John John González, hable.
- Hola González, habla Samuel Vitto, llamó para informar un asesinato. La voz titubeaba como el mar.
- Deme la dirección.
- Usted sabe perfectamente la dirección.
- Cómo dice… cómo carajo voy a saberla si todavía no me la dice.
- Margarita Po, le suena.
- Qué pasó con Margarita. Dijo el detective sin querer saber la respuesta.
- Sabe donde vive.
- Claro que sé donde vive.
- Vio, le dije que sabe la dirección.
- Hable canalla, qué pasó…
- Estoy en el living de su amante, se encuentra tirada sobre la alfombra roja en la cual tantas noches la uso para regocijarse de lujuria, esta muerta.

Esa última palabra quedó haciendo eco en su cabeza; muerta. Mientras el silencio lo secuestraba todo. Todo menos el reloj y su tic tac que después de volar por las paredes calló para siempre.

Doble John estaba en problemas, deseo vanamente que eso nunca hubiese ocurrido, pero ocurrió y allí se dirigió a toda velocidad, a toda la velocidad que su auto le permitía. Un viejo citroén modelo 80 que caminaba a 60Km/h en el mejor de los casos. Tardó varios minutos en llegar a esa dirección que tantas veces había ido con otras intenciones y sensaciones.

Cuando llegó se encontró con el cadáver de su amada ya sin vida. También estaba en la escena del crimen un tipo sentado en el sillón verde manzana, que hacía juego con todo el lugar. El tipo tenía la mirada perdida y ni siquiera se movilizó cunado el detective entro casi en estado de pánico.
John no soltó palabra y de forma violenta lo esposó.

- Qué hace. Dijo el hombre.
- Que qué hago… hijo de puta…. Hijo de mil putas.

Aquel hombre estaba pálido, blanco como las alas de un ángel.

- Yo no la maté. Dijo convencido.
- Claro y yo soy Homero Simpson.
- No espere, yo no la maté.
- Y quién lo hizo…
- Su marido…
- Mi marido. Preguntó asustado doble John,
- No no, el marido de ella.
- Y usted cómo sabe.
- Porque él me lo dijo, y fue también él quien me ordenó que lo llamará apuntándome con un arma.


Eso lo veremos hijo de puta, dijo el detective mientras se lo llevaba esposado.

3O MINUTOS DESPUES! (en el confesionario)

- Así que usted dice que no fue…
- No señor, ya le dije que pasó. Volvía a mi casa y alguien me amenazó con un arma, me llevó al lugar y bueno lo que le dije, me obligó a llamarlo a usted.
- Y por que no huyó después de llamar.
- Por qué él puso mis manos en el cadáver, están mis huellas.
- Usted espera que le crea colosal estupidez, nunca pensó en ir a análisis, esta muy jodido. Usted piensa que alguien de mi capacidad va a creerse ese cuento. Dijo el detective al tiempo que menaba la cabeza tratando de aceptar los hechos.
- Le digo la verdad, investigué.
- Usted esta hasta las pelotas, y cuando esto se resuelva se las voy a cortar.

Desde la unidad intentaron comunicarse con el esposo de Margarita, pero fue imposible. El perito dictaminó que efectivamente las huellas en el cadáver de Po coincidían con la de aquel hombre. No había nada más que agregar, era el asesino, no quedaba más que dar la información al marido.

Sin embargo algo no le cerraba al detective, el cierre del pantalón no le cerraba, en la última semana se había excedido con los postres y los pantalones se lo hacían saber, tampoco le cerraba la historia, era muy simple, muy estúpida. Más dudas le crecieron cuando los estudios psiquiátricos al sospechoso, arrojaron que estaba en todos sus cabales.

Cuando el detective llegó de vuelta a su oficina, estaba Pedro esperándolo con un sobre en la mano.

- Lo trajo un delivery. Se limitó a decir.

Era una carta. Doble john temblaba como una hoja sin tallo, el miedo no le permitía leer la carta.

- Tráeme la botella de whisky. Ordenó mirando al suelo.
- Pero señor son las 10 de la mañana.
- Si no hubiese roto el reloj sabría la hora, es medio temprano para andar escabiando no, igual tráigame la botella carajo. Dijo enfurecido mientras las cejas se unían casi matrimonialmente.
- Pero señor…
- Pero las pelotas, trae el wisky la puta madre…
- Ok... sentenció. Pedro.

Doble John tomó un sorbito de ese whisky de mala calidad que había comprado hace un tiempo, miró carta y nada… volvió a mirar al whisky y se lo empinó en repetidas oportunidades, casi hasta vaciar la botella. Para ese momento tenía una curda que no podía tenerse en pie, volvió apoyarse sobre la ventana para no caer.

- Pedro, Pedro vení…
- Sí jefe…
- Lee que no entiendo la letra, este hijo de puta escribe con el culo.
- Pedro abrió el sobre y leyó.

“ESTO RECIEN EMPIEZA JOHN JOHN GONZÁLEZ… LA VENGANZA SERÁ TERRIBLE”.

- Ya sé. Dijo el detective sacando chapa de sus habilidades.
- Qué doble John.
- Hay que hacer un estudio perital de la letra, así sabremos la verdad.
- Está escrito a maquina Jefe.
- Que Hijo de puta. Bien pensando, bien pensado. Repetía González.
- Entonces...
- Entonces no sé Pedro, se me acabaron las ideas.
- Ideas? sólo dijo un... no alcanzó a terminar de hablar que Doble John lo acomodó de un cross al mentón.

Cuando doble John se dirigía en búsqueda del esposo de Margarita, se cruzó con Vitto, lo observó sin que se diera cuenta y notó cierta mueca de alegría perversa, por un momento pensó que todo lo había armado él, que la carta había sido parte del plan, era una buena idea. Pero por qué. Qué buscaba aquel hombre con todo esto, incriminar al esposo, ponerlo a él a investigar el asesinato de su amante, algo le seguía sonando raro. Algo de la historia no cerraba.
Doble John salió con el semblante afligido en búsqueda de la verdad, no sin antes darle la última estocada al viejo y amargo whisky de cuarta.


(CONTINUARÁ).

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