sábado, 20 de marzo de 2010

Hay vientos

Hay vientos. Siempre hay vientos: los que aturden, los que calman, los que llevan cosas y los que traen, los que cantan en si bemol y los que desafinan sin vergüenza. Los que peinan y los que despeinan el tiempo.

Hay vientos ladrones, buscadores de oro. Cada otoño deambulan sin culpa, arrastrando los oros que los árboles no pueden retener.
Se llevan esas hojas doradas, que a veces juegan a ser alfombra de los transeúntes.
El viento se los roba y los junta. Hay quienes dicen, que los guardan para volver a desparramarlos, cuando los árboles de los otoños ya no estén para pintar el suelo. Hay otro que aseguran que se lo despilfarran entre mujeres y whisky.

Hay vientos más pícaros, perversos, que salen en verano a levantar cortos vestidos de hermosas mujeres y deleitarse con sus retorcidas intenciones. Estos son los vientos que corren las cortinas cuando la vecina se esta cambiando. Son vientos jóvenes llenos de vida y con la sexualidad en la mira.

Hay vientos mas crueles, que te abofetean las dos mejillas y de despeinan, a veces se complotan con arena para descargar su furia. Son vientos malvados, frustrado, casi siempre por un amor perdido o uno que nunca pudo ser.

También hay vientos soplones que dicen que los vientos huyen, vaya a saber de qué, quizá quieran escapar del mundo.
Lo que no saben entre otras cosas es que no sólo no podrán huir, tampoco saben que los vientos son inmortales, nadie aún, se ha animado a confesarlo.

Hay vientos dulces, con olor a miel, que te pegotean todo, como esos cachorros que te lamen hasta las botas. Esos que te van susurrando románticas historias al oído.

Están los vientos nostálgicos, que te inundan de recuerdos, recuerdos nuevos, porque los recuerdos siempre distan de lo qué fue.
Son vientos utópicos que quieren hacerte vivir vidas que no viviste, son vientos que te invitan a la inmortalidad.
Hay quienes los han seguidos por años pero la mayoría perdió el rastro o encontraron la muerte antes que la eternidad.

Siempre andan por ahí, los vientos de esperanza, los más añorados los que siempre eligen a los chicos y se escapan de los adultos por falta de sueños.
Ellos siempre andan corriendo, despacio, por las plazas disfrutando y envidiando la inocente sonrisa de los infantes.

A veces se quedan días enteros olvidando sus tareas y más de uno perdió su mujer por entretenerse allí.

Ellos aparecen en el vaivén de las hamacas, en el infinito descenso de un tobogán y los carruseles plagados de animales.

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