jueves, 22 de octubre de 2009

La soledad del arco

Las cuatro sombras que ofrecía el sol cuando comenzó el partido abordaron el camino de la muerte lentamente al compás del atardecer; hasta quedar una sola. Gentileza de un farol unos ocho metros por encima del nivel del campo de juego. Éste se encontraba en el medio de ese potrero improvisado en algún lugar del barrio que ya olvide. El partido había surgido sin demasiadas preparaciones como otras veces. Cuando alguien proponía, casi religiosamente todos nos íbamos sumando como lo hacen los devotos. Las dimensiones de la cancha eran tan arbitrarias como el lenguaje. Pero poco importaba mientras un esférico corriera libremente por los pies.

Los arcos se dividían entre ladrillos de una construcción abandonada y algún voluntarioso que ofrecía sus ropaje sabiendo de antemano que se llevaría un reto hogareño. El travesaño imaginario terminaba en los brazos extendido de quién por desgracia del azar le tocara defenderlo. Esto siempre era foco de problema. Cuando el partido se picaba era común desperdiciar el tiempo en determinar si el gol era convalidado o no; lo definía casi siempre la voz mas poderosa, como en el reino animal, la ley del mas fuerte definía esas cuestiones. Y no era sorpresa que después de un minucioso “pan y queso” los seleccionadores priorizaban la destreza rústica sobre las habilidades futbolísticas. O al menos ese era el consuelo de los últimos elegidos.

Jorgito era siempre el primer elegido, un marcador central algo labrador que, siguiendo la ley de la biología era tan alto como su progenitor; tenía las manos tan grandes que ese fútbol numero cinco parecía una pelotita de ping pong entre sus garras. De poco servía sus destrezas para el arco, eran casi tan pobres como las que yacían en sus piernas, no se sabía si era diestro o zurdo le pegaba igual de mal con ambas. Y digo le pegaba, porque le pegaba. La trataba tan mal a esa hermosa pelota que uno sentía la necesidad de decirle “tratarla con cariño viejo”; pero nadie se animaba. Su única virtud era ir bien de arriba y esto era de carácter mas físico que otra cosa.

El partido era parejo sin demasiadas emociones hasta que una falla de la última línea en una jugada preparada por los rivales terminó en una exquisita definición del gringo Rodríguez, un pescador. Nosotros le decíamos “pichero” era raro verlo a mas de cinco o seis metro del arco. La política de “gol sale” me mandó al disfraz de arquero. Y ahí me paré. a defender el arco. A la derecha el buzo adidas de Javier al a izquierda un ladrillo de adobe a la mitad. Mi meta era evitar que la pelota pase por ahí. Una tarea no tan difícil. La pelota llegaba poco; el juego estaba trabado en la mitad de la cancha. De repente un amague descomunal de nuestro wing derecho dejó a toda la defensa contraría a contra pie y definió cruzado ante la tibia respuesta del guardameta. Un arquero urgido por la nececidad de salir del arco como quien ve en los botines del contrario una llave a la libertad. A la cancha al juego, o a la parte mas divertida de él.

La soledad del arco no es tan fácil como evitar que la pelota pase por el mismo. Sobre todo un tipo como yo que ve una pelota rodar y el mundo es otro mundo. Ese día estar tan sólo defendiendo la pelota de un buzo y un ladrillo comenzó a impacientarme. Una fuerte sensación de incertidumbre navego por todas mis sensaciones hasta anclarse en mis pensamientos. Esa sensación fue incluso mas fuerte que aquel gol que haría dos meses mas tarde eludiendo dos rivales y definiendo con una elegancia que jamás vería; al menos salir de mis botines. Unos fulbenses que mamá me había regalado un tiempo atrás. Recuerdo aquel día que los ví, mis ojos brillaron como luego brillaron con algún beso de mujer. Antes de cada partido papá con una paciencia que envidió se internaba en la ardua tarea de lustrar esos timbos negros que en tantas alegrías me acompañaron. Aunque aquella tarde la alegría estuvo tan ausente que pensé no volverla a ver.

Mientras Sergio y Diego disputaban la pelota en la mitad del juego con la elegancia de los volantes centrales que hoy no abundan, mi cabeza deambulaba entre preguntas tan extrañas que no había respuesta posible para comprender.
¿Quién era yo? ¿ Qué hacía en ese lugar con esos objetos animados jubilosos tras otro inerte como si fuera un dios?. No comprendía que pasaba por mi cabeza.
De repente un centro cruzado casi termina en gol y Edu me miró como quién mira a un traidor, yo alcance a balbucear “ la saque con la vista” y colgué en mi cara una sonrisa tan irreal como todo lo que sentía en ese momento.
Todos se encontraban bajo un velo simbólico, reían y actuaban tan naturalmente que sentí una envidia poco sana de sumarme al rito. Imposible. En una jugada sucia mi cabeza había gambeteado momentáneamente esa situación y mi sensación de vacío llagaba todo; los latidos, pensamientos, movimientos.
Después de pasar la pelota entre dos ladrillos un montón de semejantes a mi se abrazaban alegremente mientras yo en la otra punta del mundo en la mas pura soledad aguantaba una estampida de extrañeza.
Quería correr hasta mi casa; escapar a un lugar para esconderme de esa locura pero no podía dejar el arco tenía que defenderlo no porque lo sintiera necesario sino por una cuestión a la cual yo quería asir nuevamente y era lo simbólico de aquel juego.

Otro corner para ellos trajo a todos hasta mi área a las cercanías de mi físico; mi cuerpo estaba allí pero lo que piensa estaba en cualquier otro lugar; tuve que involucrarme, disimular.
Me flexione apoyando las manos en mis rodillas como esos arqueros de vieja guardia intenté hacer foco en la pelota; mandé a Pablo al palo de ladrillo, nadie podía negar mi actuación.
Un centro violento encontró la cabeza un contrario a la altura del primer palo y todos salieron gritando gol.Yo estaba inmóvil seguía en la misma posición mirando al corner; perdido, no entendía.
Te dejaste hacer el gol boludo. Gritó Rodrigo.
Lo mire desorbitado; pensé en matarlo a golpes, pensé en decirle lo que estaba sintiendo, pensé tantas cosas y sólo pude decir. No lo vi.

Los destructores del silencio (parte I)

Los destructores del silencio, son un conglomerado de personas con algunas tendencias fóbicas a la afonía. Tipos que no pueden estar en silencio y le salen al cruce con los tapones de punta.
Para desgracia de ellos y de sus interlocutores el apuro por socorrer el silencio no siempre termina en buenos términos o en buenas palabras.
La corriente se originó en el barrio Las Palmas y fueron estos tres los que dieron vida a una tendencia que el tiempo iría acentuando.
Javier un ex combatiente de las cruzadas. De las palabras cruzadas. Cada domingo se curtía a duelo casi letal con la última sección del periódico. Hacía caso omiso a la ayuda de “horizontales y verticales” le bastaba con encontrar una palabra que entre en cada charada y en algunos caso ponía dos letras por cuadro. Su vocabulario escueto lo llevaba a repetir la misma palabras en varias ocasiones.
Al comienzo siempre era fácil escribía a placer las palabras horizontales. El problema devenía cuando llegaba el turno de las verticales, ya que, debía utilizar las palabras que le cruzaban, esto le tría dolores de cabeza cada domingo por la mañana. La resolución siempre era la misma se limitaba a poner letras por todo los cuadros hasta terminar, a veces con un corrector blanco escribía también sobre los cuadros negros.
Ante la pregunta recurrente de su mujer por las palabras verticales, sin demasiada culpa aludía que se trataba de un crucigrama bilingüe.
Lo paradójico del viejo Javier es que, hacía sus crucigramas en silencio cuando alguien lo quería molestar se ponía como loco cambiaba su color de piel mientras ensanchaba las narices como toro en rodeo. Pero de lunes a sábado era habitual verlo colocar palabras en cada ocasión que se le presentaba. En los hospitales cambiaba el cartel de “silencio hospital por “el silencio no es sano, el hospital”.
Salía cada mañana entre las 8 y 815 cuando los gallos comenzaban a callar cantando unas tristes melodías gregorianas, algunos dicen que salía haciendo gargaras de bicarbonato debido a su mal aliento pero él estaba convencido de que sus sonidos eran oriundos de la edad media. La diferencia no era tanta.
Algunos años mas tarde Doña Rosa, una vecina, cuanta que, en el funeral de su mujer no puedo aguantar el silencio del velatorio e hizo poner una radio de clásicos amparándose en la muerta “ a la vieja le gustaba la radio” decía. Y cada tanto cuando aparecía un rock and roll cincuentoso sacaba a bailar alguana vieja de la colectividad y no paraba de hablar. Era imposible mantener el silencio salvo en su tarea que el había definido como “el batallador de las cruzadas del último día”. Palabras cruzadas del domingo.

Germán era otro de esos demoledores de la calma. No podía aguantar el silencio. Según le dijo su analista la elección de su mujer era una elección de objeto de amor primada por la pulsión invocante; Germán no entendía un sorete lo que ella decía pero sonaba lindo, y si sonaba era suficiente. Luego llegó a sus oídos que al parecer un educado francés de la teoría Freudiana refería es este termino, invocante, diciendo que si sonaba era lindo, placentero o algo así. Germán siguió sin entender.
Una tarde de lunes de otoño abrumado por el silencio y ante la imposibilidad de satisfacer su sensibilidad auditiva decidió ir hasta la cuidad universitaria, esos eruditos del conocimiento no paran de hablar pensó. Era un buen lugar. Cayó en una clase de psicoanálisis y el tema a desglosar era un texto de Freud bajo el titulo “el chiste y su relación con el incoscinete” él no creía un carajo en lo que escucha y decía ese viejo barbudo sobre el chiste pero ahora comprendía las caras de su analista cuando el recurría a bromas en su análisis. En especial las bromas de carácter sexual. Ni que habar cuando en el chiste estaba involucrada ella. De aquel día evitó el humor en su diván. Sin embargo la imposibilidad del silencio lo llevó a cometer tantos lapsus que su psicoanalista no podía diferenciar que era de lo que no era. No hizo falta, en los 15 años que duró el análisis ella no dijo una sola palabra, tiempo después Germán oiría placidamente, como cada vez que oía, que la mujer era muda. La chica era muda dijo y largo a reír.

Nuestro último y mas conocido destructor de silenció manejaba un tren destruyendo literalmente el silencio de toda la cuidad. Los que mas sufrían eran los que vivían entre la municipalidad y J B Justo, el tren pasaba por ahí diariamente entre las 14 y 1415; los vecinos indignados salían en paños menores con los mas sublimes insultos. Él solo reía feliz de escuchar tanto ruido.
El problema vino cuando en uno de los viajes, la famosa letra “a” un tanto despistada a causa de una pelea con la “e” cruzó con la barrera baja y “pumm”. Chau la letra “a”. La destruyó literalmente. La mató.
Al velorio asistieron todos, Javier llevaba el grabador por las dudas. pero no hizo falta en honor a la letra “a” todos entonaron la conocida “la mar estaba serena” empezaron por la “e” luego la “i” la “o” y la “u”, cuando llegaron a la “a” se armó un quibombo. Nadie podía pronunciarla, el sonido era muy análogo a las palabras que Javier usaba en forma vertical. Todos comprendieron su lenguaje aunque no comprendía el significado. Parecía un coro de gangoso cantando.
Los mas perjudicados fueron sin duda los fanáticos del anana y la banana. Que ante las pregunta de los verduleros se limitaban a señalar con el dedo y decir “quiero dos de eso”.
Los destructores seguirán vigilando todos los lugares ahuyentando el silencio.

viernes, 16 de octubre de 2009

Sin palabras

Otra vez la hoja en blanco. Vacía. La punta de su pluma cada tanto arremetía como un ejercito lleno de palabras, convencidas a atacar cada renglón. A la espera una orden que nunca llegaba. Su pulso se movía en cámara lenta lleno de dudas, sin encontrar palabras que den sentido. Afasia. Miedo.
El cenicero mostraba sus muertos alimentando su instinto asesino; mientras sonaba el ritmo de un blues tan viejo como el sol. La misma escena se repetía de nuevo. Una y otra vez. La mas literal de todas las rutinas. “rutina carcelaria”. Pensó. Rutina que no convida sentido. Andrés no podía escribir. Se había comprometido ante su editora a escribir en una semana una novela épica que fantaseo poder escribir entre vasos de whisky y soberbia de alcoba.
Prendió un cigarrillo que había dejado a medias, agradeció en silencio a la tecnología por el ipod. Sepultó un auricular en cada oído. Salió. Manos en los bolsillos. Sobretodo hasta los tobillos y una bufanda roja que le daba una vuelta y media por su cuello.
Encontró la calle y se animó a pisarla a tranco lento. Tranco de no querer llegar o lo que es peor, de no saber donde se va.
Caminó hasta una librería. Entró. Entró como quién entrar a buscar soluciones. Como tantas veces entró a buscar sexo para espantar la soledad.
Se tropezó con un libro nuevo de Saramago, leyó tres hojas y lo dejó. Chusmeó cuentos de varios autores y terminó en el lugar de siempre. Cortazar. Exploró dos cuentos que lo llenaron de vida y cerró el libro como quien cierra paso a pensamientos inmaduros. Volvió a irse. Como hacia siempre que los recuerdos lo enfrenaban con sus debilidades. Cuando llegó a puerta dio cuenta que entre sus manos aún estaba el libro de Cortázar. Acto fallido. Quería que fuese su libro, escrito por él. Por ese instante que parecieron varios soñó su nombre en la portada. Rió placidamente. Dejó el libro y se fue.
Ya afuera. Prendió un 43/70 añejado que encontró en el bolsillo. Pitó violento. Una y otra vez, fomentando su oralidad. Cuando dió cuanta que esa etiqueta era un obsequio de Laura, la pensó. La desnudó lentamente y volvió a sonreir. Metió una mano en el bolsillo mientras la otra se disfrazaba de calma llevando menicamente tacabo a su boca. El que cantaba a su oido era Lou Reed. “perfect day”. Irónico. Pensó.
Recordó que esa canción la habia esuchado en una pelicula. No podía precisar cual. Sacó una libreta pequeña y anotó. “perfect day. Pelicula. Banda de sonido” y cerró. Sabía que nunca buscaría esa pelicula y si vuelve a ver Trainspotting dirá “esa es la canción”. Sólo escribió porque necesitaba escribir. Era convencerse que nunca se olvidaría de hacerlo.
Pisó la colilla contra el piso apagando su luz. Apresuró su andar, el frío estaba crudo y ya comenzaba a seducir sus huesos. Dos niños jugaban en la vereda, los contemplo con nostalgia. Recordó su infancia llena de fútbol y figuritas. Quiso decirles algo, pero calló. Los examinó un tiempo mas y siguió su marcha.
Entró en un bar. Pidió un café; no lo tomó. Lo dejó como el mancebo lo había servido. Y no se movió hasta que el mismo mozo luego que él se fue lo retiró agradeciendo en silencio la propina de ese extraño viejo de barba.
Se sentó frente a la ventana, como esos tipo que ignoran el mundo que no le dan importancia. Pero sólo estaba allí escapando de la soledad; buscando en los rostros de los de allí presentes alguna señal. Buscaba savia. buscaba algo que no estaba seguro que era. Sólo buscaba. Quizás ese sería su camino. Sólo el camino.
Disimuladamente, observó dos mujeres sentadas a su derecha. “cuarentonas” pensó. La rubia fumaba un virginia slim mientras debatían temas triviales, entendió su soledad. Sin embargo se quedó perdido en el escote de su acompañante, un tierna mujer. Ella le había despertado su apetencia sexual. Especuló en una artimaña para captar su atención pero rápidamente desecho esa posibilidad y sólo se limitó a pedir fuego. Miró el reloj 2015, tenía que ir a ver a Laura, Una rubia poco interesante que había conocido en el trabajo. Ambos sabían que los unía el encierro. La llamó y canceló la cita, la conversación duró lo que duran reproches de dos que no se importan un carajo. Siguió observando a los presentes, en el fondo una pareja que se besaba como la primera vez. Los imaginó teniendo sexo, ella montando sobre él. Le gustó lo que pensaba y caviló esa idea como un buen comienzo. Sin amor ni sexo no hay novela, murmuró. Quedó contemplando ese beso con algo de melancolía. Volvió a su primer beso, y ya no recordaba si era Muriel o Magdalena, a las dos le confesó que era su primer beso y ahora no sabia cual era el suyo. Que importa, dijo. Prendió otro cigarrillo. Lo disfrutó mientras intentaba madurar alguna historia que moría antes de nacer, rápidamente chocaba con el tedioso trabajo de caracterizar personajes y desertó otra idea como se desechan las cosas viejas, sin sentido.
Pagó el café y dejó una propina. Se colgó la bufanda con el rancio aroma que se combina entre tabaco y perfume de ayer. Volvió las manos a los bolsillos y se esfumó. Se tropezó con una tapa de cerveza, la pateó hasta la esquina recordando su épocas de potrero, era un participante mediocre pero lo disfrutaba como loco, cada vez que hacia un gol lo gritaba con pasión, pasión que el tiempo fue arrugando pero seguía viva en algún lugar. Siguió su camino a casa esta vez en silencio, quería escuchar al mundo, los ruidos de la cuidad. Bocinas, gritos femeninos y publicidades ambulantes matizaban su andar. Ruido de motores por todos lados, la cuidad nunca para, como el tiempo. El freno de un colectivo lo enloqueció y volvió a sepultar los auriculares, esta vez Piazzolla. Contemplar la cuidad con Piazzolla cantando al oído tiene otro sabor, intenso como el vino, como el primer aliento de la mañana.
Volvió a llamar a Laura, no quería dormir solo. Ella se negó disfrutando el sabor de la venganza.
Sin escalas llegó a su casa, con la ansiedad de un debutante fue hasta su hoja, seguía en blanco y él no traía palabras para convidar.
Volvió a mirar la hora, las agujas marcaban 2215, sintió preso del tiempo y de su cuerpo. Retornó a esa hoja en blanco, el silencio comenzaba a desbordar su cordura. El teléfono sonó y lo hizo volver al mundo, era Laura. Estaba camino a su casa. Llegó con un merlot de alguna bodega francesa, cenaron en silenció y bebieron sin pausa. Hicieron el amor con la intensidad de ese beso contemplado en el café, se abrazaron para espantar una vez mas la soledad, durmieron frente a frente sintiendo sus respiraciones escuchando como el aire entraba y salía siguiendo todas las leyes de la mecánica. Se sintieron abrigados y durmieron. Soñaron. Ella con él, él con la mujer del café.
Cuando se levantó ella ya no estaba allí. Fue hasta a la mesa y el papel había cambiado, ella había escrito algunas palabras antes de marchar. “ tu hoja ya tiene palabras, no tiene tu pluma pero tiene tu marca, en mi.” Esa palabras le arrancaron una sonrisa y esa sonrisa algunas ideas que el tiempo supo madurar.

El secreto de tus ojos

Ella estaba ahí. Brillante, como sus zapatos de charol. Negros. En esa época zapatos de charol negro calzaban cada pie de cada mujer. Ella siempre estaba con sus amigas jugando algún juego que ya olvide o que no quiero resonar. Y aunque no lo recuerde hoy, yo la recuerdo con la mirada perdida. Soñaba que me buscaba a mi.
Inventaba siempre una excusa para acércame, pateaba la pelota a sus pies. me sentaba cerca. Caminaba siete cuadras de mas para ir por el mismo camino. Cuando iba al quiosco yo la seguía con la misma intensidad que seguía en las alturas el barrilete de river que papá remontaba casi hasta las nubes. Así me perdía en su cara. Con una estupidez que sepulté y que hoy extraño como el olor del primer hogar.

Cada día durante algunos años me decidía a buscarla pero mi cobardía me acobardaba.
Pero ese día ella estaba ahí. Con los mimos zapatos de charol. con su guardapolvo celeste en tablas y medias blancas que se perdían con los vuelos de aquel delantal espacial. Bordado a mano en su costado izquierdo estaba su nombre. Lucila. Yo le decía luz y a ella no le gustaba. Discutir en esos tiempos era lo mas cerca que se podía estar. Disfrutaba cada confrontación como disfrutaría otras tantas cosas que no tienen lugar aquí. Dos colitas con cinta roja para combinaban el bordado. Yo la cargaba con eso también. Decía que era de San Lorenzo y ella no entendía nada. los años me explicaron el porque, ya que en aquel tiempo era inentendible.
Ese día ella estaba ahí como esperando, o al menos eso especulé para animarme a decirle lo bien que se sentía estar cerca.
Y encaré con la misma convicción de un centroforward, sin mirar a los costados. Cada paso el bobo relinchaba como esos potros sin rendir pero ni los cordones desatados me lo iban a impedir. De fondo escuchaba las voces de mis amigos que reían y me alentaban. Ahí estaba yo, ahí estaba ella. Posé mis zapatos marrones desgatados enfrente de de sus charoles que brillaban reflejando rayos de sol. Los zapatos enfrentados y los rostros también, colmados de una inocencia que el tiempo iría arruinando. Ella convidó una sonrisa y mis piernas quisieron bailar. Maldecía mi audacia mientras mi estupidez mostraba sus dientes.
El silencio invadió completo. Y en el momento que una palabra venía en camino me sorprendió el sonido del recreo. Lo que es peor aún, el final de recreo. El silencio cedió ante el abucheo de todo el jardín. las salitas de cinco y cuatro, coreaban en un canto clásico cada vez que el maldito recreo nos mandaba donde nadie quería ir. Ella siguió a sus amiga y yo quedé ahí. Solo. Con tanto que decir. El recreo tiene esa capacidad conductista de arruinar todo. Como tantas otras veces arruinó nuestros partidos de fútbol. Nuestro comercio de figuritas y nuestra ropa que se revolcaba por ese patio inmenso que a veces me atormentaba.
Perdí la cuenta de la veces que intenté hacerle recordar ese momento, pero ella nunca se acuerda. El destino nos juntó y nos mandó a vivir bajo el mismo techo, a veces fantaseo que hubiese sido de mi sin ella y ella me confesó otras tantas que quiso marcharse.
El tiempo pasó. Algunas tormentas nos desbastaron pero ahí seguimos atrincherados, construyendo y destruyendo, siempre amarrados a lo único que sigue y seguirá estando con su misma esencia. La mirada. La mirada parace ser lo único que no cede al tiempo que sigue tan saludable como ayer. Esa mirada que nos sigue mirando y que nos sigue eligiendo aunque a veces quisiéramos huir.

lunes, 12 de octubre de 2009

Los paranoicos


19 hs. Día de calor. Sergio con los nervios de la primera vez, sentado en un sillón. Sillón de espera.

1901 hs. Sale del consultorio una señora entrada en años pero que conservaba su elegancia en finos ropajes lo miró con una cálida sonrisa.

- Sergio.

- Si. Dijo deseando ser otro.

- Pase.

El silencio comenzó a tornarse incomodo como una piedra en el zapato en una corrida para no perder el ultimo bondi del día.

- bueno dígame que lo trae hasta acá. Dijo ella acomodando su cuerpo en una exuberante butaca, al tiempo que cruzaban todas sus extremidades.

- Sospechas!

- ¿sospechas?

- Si… sospechas. Sospechas.

- ¿Qué sospecha?.

- Alguien me sigue por todos lados.

- ¿ Quién cree Ud que lo sigue?

- Nadie. Obvio. Rasgos paranoicos. Ya se que nadie me sigue, pero siento que alguien me sigue.

- ¿ No le parece algo contradictorio?

- Si. Muy. Por eso mis sospechas.

- ¿Y qué sospecha?

- Que esto es un cuento. Y el muy forro me hizo paranoico. El que escribe. Soy uno de sus personajes. El paranoico, ¿me entiende?. Incluso tengo las sospechas que el cuento del que le hablo se llama “los paranoicos”.

- Bien. Entonces sospecha que es parte de un cuento y que por eso siente que lo siguen pero no lo siguen; porque Ud dió cuanta que es el personaje “paranoico”.

- ¿Ud me esta escuchando? Repite lo que le estoy diciendo. Si esto es un cuento. Todavía no estoy seguro. Son sospechas.

- Interesante….

- ¿Interesante? ¿Qué le parece interesante? Me parece sumamente trágico.

- Bueno, lo trágico no excluye lo interesante. ¿ No le parece?

- Por supuesto. Salvo que en esa tragedia yo sea el involucrado, ¿No le parece?

- Me parece…

- ¿ Qué le parece?

- me parece a un cuento que leí hace unos años, similar a esta escena.

- Encima el forrito este es un plagiador. Y si lo denunciamos. Quizás así podamos liberarnos y vivir libremente.

- Yo estoy bastante bien con lo que tocó. Aparte si se entera antes que hagamos la denuncia se va a poner jodido, ¿no cree?

- Si creo. Lo que creo también es que Ud debería dejar de hablar abiertamente, porque seguro que él esta leyendo o escribiendo, lo que sería mucho peor. Capaz que el forro este nos esta haciendo una cama. Nos hace pensar que podemos liberarnos de él mientras se caga risa con un pucho en la mano y tomando un café. Que hijo de puta.

- Es posible. En caso contrario creo que Ud no es muy solidario consigo mismo. Tengo una idea.

- Vamos diga. Diga!. Antes que este mediocre escritor acabe con nosotros trágicamente.

- Esta bien escuche. Lo diré una vez. No se habla mas. Ahora nos vamos a comunicar por medio de cartas, de esta manera ganamos tiempo, privacidad hasta buscar la forma de desprendernos de este tipo. ¿Le parece?

- Me parece Doctora. Mi dirección no la se, pero deje la carta en su buzón yo la retiro y al tiro le contestare, ¿le parece?.. (al tiro le contestare... que hijo de p.....=

- Me parece Sergio. Entonces hasta entonces.

- Hasta entonces

Sergio

Sr. Han pasado 24hs y no he podido pegar un ojo. Creo que Ud estaba en lo cierto con esto del cuento. Encontré esa ficción del cual le conté y la conversación que tuvimos esta literalmente igual. Lo cual me ha preocupado, porque lo que estoy escribiendo también esta escrito. Pero no puedo escribir otra cosa. No se si es porque creo que Ud debería saberlo o porque el mediocre ya lo trazó.

Le propongo seguir con esta tendencia al menos hasta llegar a cuatro cartas cada uno.

PD: en el cuento hay solo tres.

Cordialmente

Dra. Alano.

Dra. Alano

Que cagada, para que me dice lo del cuento. Ahora lo quiero leer. No me diga que esto también esta literalmente, porque me muero del miedo. El muy forro... ¿Sabe lo que me hizo anoche? Tenia una cita con una preciosura de mi edificio y nada. Me entiende.Nada. No hubo fármaco para levantar mi sexualidad. ¿Que necesidad no? ni un poco de placer. Encima cuando estaba por decir la frase celebre “es la primera vez que me pasa” me salió un “no te preocupes me pasa siempre”.

Entiende la gravedad de la situación, sobre todo si esto es cierto. Porque la novela empezó recién, no se de mis experiencias sexuales de antaño. Me habrá hecho impotente el sorete.

Que hacemos con esto Dra. Porque la verdad estos zapatos no me gustan nada. Paranoico. Impotente y perdón por mi honestidad brutal pero también cargo con unas hemorroides violentas. Capaz que esto de denunciarlo es peor. Mejor le mandamos aún carta al escritor pidiéndole que nos de un poco de alegrías. Al menos yo. No se Ud.

Saludos Torda.

Sergio.

P/d: Ud no tendrá alguna pastillita…. Digo...

Sergio

Mis alegrías son menos que las suyas. Pero no podría decirlo abiertamente. No porque no quiera es lo que dice el cuento. Sobre la carta me parece buena idea. Nos juntamos mañana en mi consultorio para ultimar detalles sobre la misma. Ahora me pregunto ¿Cómo carajo le hacemos llegar la carta?

Saludos cordiales

Dra. Alano.

Dra. Alano

Creo que eso no será problema. Quizás él está esperando ese momento. O lo que es peor ya lo tiene escrito. Que manera de sufrir con este forro. Encima esta hemorroides me están matando. No puedo comer picante, y ud no se la una idea lo que le estoy entrando al chipotle. No crea que no me avergüenzo de esto, pero Ud sabe. El escribe.

Para evitar futuros pavores, no diré mas nada. (como si pudiera).

Nos encontramos mañana.

Adiós.

Sergio.

Al otro día

Él ya no esperaba sentado sino haciendo círculos en la sala. Y ella ya no mostró sonrisa alguna sino una cara de dos días sin dormir y la pintura corrida.

- Pase Sergio así terminamos con esto.

- Y si no suicidamos y le cagamos el cuento.

- ¿Ud piensa qué podríamos hacer eso? Se olvida que él manda.

- Es verdad.

- Empecemos a escribir la carta y después vemos

- Esta bien empecemos. Escriba Ud

- Esta bien


Carta al escritor

Mi querido creador, no refutamos su poder y manipulación sobre nosotros. Lo único que pedimos es que sea un poco mas caritativo. Al menos con Sergio o con las hemorroides de él. O en su defecto sacar de nuestro discurso la posibilidad de que esto sea un cuento. Entenderá que es súmamente traumático. Todos mis pacientes me han abandonado acusándome de paranoica. ¿Le parece?. No ponemos en disputa sus capacidades y lo que ud haga con sus letras y de donde las saca, si es un plagio o no. No nos interesa, en la medida en que Ud no quiere que nos interese. ¿Me sigue?

Tome esto como una solicitud de sus queridos personajes.

Con todos los protocolares saludos y esperando el mas fecundo éxito de su cuento.

Sus personajes

P/d: una cosa mas autor, me diría mi nombre de pila. Porque mi apellido es fuente de innumerables burlas por parte de mis colegas. ¿ cómo me llamo?

Sergio y Dra. alano.


Mis queridos personajes.

Primeramente, Dra. Alano no tengo idea su nombre de pila. Y las hemorroides de Sergio son culpa del picante mexicano, no mía.

Entiendo su descontento con mis caracterizaciones pero debo confesar un poco con la cola entre las patas que tampoco soy yo el máximo responsable de esto.

Al parecer yo que escribo a ustedes no soy mas que un personaje de otro que escribe, del cual no tengo ningún dato. Al cual no he podido escribir una sola línea.

Y para que no sientan mal con sus dotes para la vida puedo garantizar que mis aristas al menos las que se harán públicas son mucho peores que las suyas.

Soy un escritor de medio pelo que nunca puede terminar sus escritos y termino todos los días en el bar de la desilusión con varias copas de mas y con un aliento insostenible acompañado siempre por mi inseparable soledad.

Lo único que puedo hacer por Ustedes es esperarlos el Domingo próximo en el bar para buscar al verdadero responsable de esta blasfemia literaria y encontrar una solución para todos.

Cordialmente

El escritor ( plagiador)

domingo, 11 de octubre de 2009

José. José el de la radio

Todos conocen a José, Como José. José el de la radio. Su elegante voz le bastó para llevar muchas mujeres a la cama y sobre todo para pasar por alto su viscosidad (digna de circo). Igualmente no le alcanzó para llegar a la TV, no dio con el perfil, sino quizás sería José el de la TV. Pero no. es José. José el de la radio.
No fue su voz la que conquistó la audiencia. Fueron sus ocurrencias. Éstas eran casi siempre de moral distraída, de limites ilegales y con un vocabulario sexual digno de canales codificados. Las antiguas del pueblo, sobre todas las de orientación religiosa lo querían linchar; salvo doña Mercedes que no podía ni quería cohibir sus tentaciones sexuales. Fantasías que antes de lo previsto serían consumadas en la alfombra gris llena de picaduras de tabacos y otras sustancias que sostienen el estudio de radio.
El único interés de José era el raiting. El raiting radial. Su liderazgo en el horario matutito le daba aires de distinguido. Tiempo después se enteró que era la única radio de la ciudad. Hecho que lo llevo a una interminable depresión.

La última gran función de este astro de radio tuvo lugar la semana pasada durante la entrevista que realizó al “viejo” Raúl, uno de los voceros del gremio de asesinos a sueldos. Los gremialistas se encontraban manifestando sus descontentos frente a la legislatura de la cuidad; ubicada en diagonal sobre la plaza de la cuidad. Que tenía de plaza solo el nombre porque los mas pequeños habían armado una cancha de fútbol. Un hermoso potrero.
Al parecer los encargados de la función pública debatían entre copa y copa medidas de seguridad y recorte presupuestario.
Los manifestantes expresaban su descontento. Varios artículos atentaban contra su labor.

Articulo 4 inciso 18.
“ A partir del día de la fecha se re cortaran los subsidios al gremio de asesinos asueldo a un 50%, mientras que se sustituirá el abastecieminto de armas recortadas 9 mm por las efectivas y económicas pistolas a sebita”

Articulo 8 Inciso 87
“ Queda terminantemente prohibido cualquier tipo de plagio laboral, cualquier hecho delictivo semejante a los expuestos en el Padrino I, padrino II, Padrino III serán penados con hasta 10 días sin el canal de deportes”

Para repudiar la medida los hombres de negros entonaban una y otra vez el siguiente cantito…

“ Ay ay ay que lío se va armar, ay ay ay que lió se va armar si nos sacan el subsidio los vamos a balear”

El canto empezó a contagiar a los transeúntes que pasaban por el lugar y muchos eran los que sin saber de que se trataba se unían a ese contagioso canto.
2 hs mas tarde la barra brava de Juventud vecinal estaba toda presente con banderas y nuevos cánticos.
Tampoco faltaron a la movilización las chicas de la murga, era una situación inmejorable para mostrar la nueva coreografía a cargo de “manos sueltas” Gaitán.

En medio de esta movilización popular tuvo lugar la entrevista entre José. José el de la radio y Raúl. Raúl del gremio de asesinos a sueldo.

- dígame Raúl, que está pasando en estos momentos. A que se debe la protesta.
- Estos burócratas. Cerdos burgueses. Lo de siempre, atentando contra el trabajador, metiendo la mano en los bolsillos.
- Ahora me pregunto. ¿Qué lleva Raúl en los bolsillos?
- ¿Ahora?
- Si….
- 3 caramelos de menta. 5 pesos y un forro.
- Interesante… le molestaría prestarme el forro. Ando un poco corto.
- Imposible amigo, es el único que me queda. Corto de que, de plata o de tamaño….
- De plata Raúl. Volviendo al tema del forro. ¿A quién se esta comiendo Ud.?
- Eso no se cuenta. Menos por radio.
- Esta bien. Ahora se hace el recatado. Me contaron que lo vieron el viernes pasado saliendo de la casa de los Alarcón con el cierre bajo. ¿Qué me dice de eso?
- Si es verdad. tenia que hacer un trabajito en la esquina y necesitaba pasar al baño nada mas. La señora me presto el baño.
- ¿Sólo el baño?
- Solo el baño. je
- Para no irnos de tema. Al parecer éstos municipales les quieren cortan el caño.
- Si ahora quiere que usemos con balas a sebita. ¿Le parece?. Con el olor que dejan.
- Y la verdad que es poco serio.
- ¿Poco serio? Es muy serio José. Pero no vamos a dejar las cosas así. Acá esta toda la cuidad apoyando.
- Dígame Raúl, ¿Qué están apoyando?
- hay varios apoyando a las chicas de la murga no sabe lo buenas que están. Hay otros que apoyan al corista del cual me reservo comentarios. Gustos son gustos, no?
- Ud lo ha dicho. Y hablando de gustos. ¿Cómo le gusta a Ud?
- Como me gusta que….
- Vamos Raul... El sexo, que va a ser.
- Ha! Y mientras yo esté presente me gusta, después no puedo andar develando esos secretos. Que van a decir de mi mujer.
- Han dicho tantas cosas ya Raúl que le hace una manchita mas a esa yeg.... a al tigre digo…
- Sin comentarios.
- Esta bien Raúl, lo dejamos que siga con la manifestación y estaremos en contacto informado lo que sucede allí en las afueras de la legislutara de la intendencia.
- Adiós
- Adiós.

Seguimos con mas música, y quédate pegado a la radio, que ya volvemos con mas “historias con pimienta” por la 88.5….


El panorama en la legislatura era el mismo. Diría peor. Los burócratas seguían firmes en su decisión y la sanción era un hecho. Ante esta novedad y gracias al conocimiento público que tomó por el programa “historias con pimienta” ,diferentes gremios que se veían afectados por al medida se hicieron presentes en el lugar. Aparecieron los gremios de las cocherías fúnebres. Indignados. El sepúltelo llegó también, sin gremio. sólo él. Con termo bajo y brazo una gorra que le había robado a un difunto y el mate.
Poco a poco la plaza (ahora potrero de fútbol) se pobló. Ya no sólo estaban presentes los involucrados, aparecieron los curiosos de siempre. Los oportunistas de la oposición llevaron música y bebidas gratis y en cuestión de horas la manifestación era una gran fiesta con auras carnavalescas. La fiesta duró tres días y cuatro noches.
Todo el pueblo estaba presente menos José. José el de la radio. Al parecer doña Mercedes tampoco acudió a evento.

“Murió la muerte”. Tituló le matutino

Un pasado 31 de julio de algún año que nadie recuerda con fidelidad, la cuidad comenzó a cambiar para siempre. Después de este hecho el tiempo perdió su valor y los vendedores de almanaques su trabajo. El mismo empezó a tomar conocimiento público aquella mañana aunque el suceso estaba impreso algunas horas antes; cuando el matutito “Clarinete” sin demasiados rodeos estampó en su portada tres palabras que juntas dieron forma a un violento sin sentido.
“Murió la muerte” disparó el diario sobre su edición tabloide. Fondo negro letras en blanco. Poco importó que se tratara del diario mas amarillista de la cuidad y para las 0900 debió duplicar su tirada porque los vecinos de las ciudades allegadas , algo incrédulos, acudían a vaciar su curiosidad.
La ciudad era un caos.

Algunos incrédulos no le dieron mayor importancia y siguieron con su rutina; los mas ilusos fantasearon con la eternidad, era fácil reconocerlos andaban con esa sonrisa que soportan los enamorados. Los mas preocupados por este tema fueron sin duda los suicidas, estos se los veían por al cuidad llorando desconsalodos, como un gol en contra en el minuto 90.

- Saúl leíste el diario. Dijo el bigotón Hernández mientras pitaba ese mate.
- Solo leí la portada, con eso me bastó.
- Qué cagada ¿no?.
- Blasfemias amigo. –dijo enérgico- ya nadie recuerda como estos caraduras del diario inventaban noticias cuando en el pueblo no pasaba nada. Ahora salen con esto; como va a morir la muerte. Carajo! ¿Es una persona?. Sentenció mirando al cielo como buscando aire.

El bigotón estalló en un sonrisa tan espontánea como la primera.

- Si eso es verdad, pero hay que reconocer que esta vez fueron originales.
- ¿Original? ¿Qué original? Sólo un pelotudo cree esas historias.
- Bueno miralo de una manera optimista. Saber que no vas a morir es una buena noticia. ¿O no?
- Je je ¿ Y vos te crees que vivir para eternamente sería bueno? Dijo Saúl y una pequeña silueta amago una sonrisa, creyendo haber dicho algo inteligente.

El bigotón llevo las manos a su cara que se sostenían en las rodillas flexionadas. El bigotón era un tipo inteligente, rápidamente entendió que no era una buena noticia.

- sabes que tenes razón. Expresó , fijando su vista en algún punto incierto de un horizonte no muy lejano

Según trascendió en el matutino; la muerte era una mujer. Una hermosa mujer. No había fotos, pero cuentan que es una dama de tez blanca, pálida como el alba y que carga con unos ojos azules turquesas como algún mar de medio oriente. “ se cansó de labor, la imposibilidad de amar, atormentada por la soledad, la muerte se marchó” así finaliza la nota.

Los programas de TV no pudieron resistir la tentación y en cuestión de horas se armó una especie de circo romano sobre la muerte. Después de juzgarla duramente, pasaron por los especialistas que iban de filósofos hasta clérigos de todas las religiones; sin pasar por alto aquellos que tuvieron experiencia personal

Carlitos Sol, le filósofo del pueblo concluyó una interesante exposición pertinente que terminó de la siguiente manera.

- En fin, Si murió Dios porque no puede morir la muerte. Parafraseando al
filosofo Alemán


Domingo Brisuelas. Contador prestigiosa del poblado contó su experiencia con la muerte.

- “Me la encontré en el ascensor. Íbamos solos. Su belleza me hechizó; literalmente no podía dejar de mirarla; su cara, su cuerpo; me enamoré antes de darme cuenta; de pronto sentí que comenzaba a morir mientras ella reía como sabiendo lo que pasaba. Alguien paro el ascensor en el 6 (yo iba al 10) y antes de bajar me dijo al oído. – dos pisos mas y eras mió-.”

En simultaneo en el canal 37 (la competencia) un joven apuesto aseguró haberse encontrada con ella un domingo en el bar de la desilusión. Después de compartir algunas copas de mas ella se fue sin decir adiós. Le dejó una nota sobre la copa a medio llenar. “ hoy no te puedo llevar conmigo, los domingos es mi día libre; (hoy los suicidas trabajan por mi) pero es muy factible que nos volvamos a cruzar. Muy pronto” .

Al principio esta novedad causó miedos, alegrías, desesperación y júbilo, pero con el paso del tiempo y la falta de muertes comenzaron a verse los problemas de fondo que esta falta de defunciones comenzaba a invadir a la ciudad. Los suicidas dejaron de intentarlo. Malos resultados. Los hospitales a vaciarse, al parece el hospital de la cuidad se transformó en un burdel. “necesitamos pagar los impuestos y ya nadie se enferma” intentó excusar el Director mientras desfilaba por el pasillo con la corbata en la cabeza y una joven en cada mano. Las droguerías no vendían ni aun sola aspirina y siguiendo el ejemplo del hospital comenzó a vender en las esquinas todo tipo de fármacos sin recetas, ilegales. Drogas ilegales. Gracias a estas dos giros la economía siguió en pie un tiempo mas. Pero los problemas no terminaban ahí. En realidad empezaban, porque las cocherías fúnebres eran un desierto y las florerías habían desaparecido.
La cuidad era un caos, nuevamente.

Estos hechos y los que se avecinaban alertaron a todos las instituciones académicas, desde la de economía pasando por medicina filosofía y psicología. Los economistas fueron los mas inquietos, el panorama era escuro. La medicina con todas sus bifurcaciones perdieron peso, el negocio se derrumbó. Salvo algunos psiquiatras que pudieron seguir trabajando. Sin dudas los psicólogos fueron los beneficiados sobre el tema. Había que hablar sobre el tema. Los consultorios no daban abasto y se supo años mas tarde que varios impostores abrieron consultorios pasandose por analistas.
La preocupación de los filósofos venia por otro lado. El amor. Había que debatir el amor. Comenzó a desvanecerse. nadie se enamoraba. Y los que ya estaban enamorados se desenamoraban sin discusión.
Los artistas dejaron sus artes. Para que hacer artes sin no hay amor ni muerte. “armemos una fiesta hasta el fin del mundo” decía el panfleto de un literato de perfil bajo.
El pueblo cayó en una depresión insostenibles. Dolor angustia. Nadie podía hacerse esa idea de vivir para siempre.
El verdulero de esquina de Sarmiento y Justo fue quien mejor pudo graficar la situación. “ se acuerda ese dicho de la zanahoria delante del burro. Bueno con esto, podemos decir que el burro se comió la zanahoria”.

De a poco las relaciones eran cada vez mas distantes. La palabra comenzo a faltar, el interés se esfumó.
El fin de la muerte paro el reloj. El amor y el arte.
Poco a poco todo fue cediendo hasta quedar en la nada. Literalmente la nada.
El pueblo sin su muerte no era nada.